(Dennis Gansel, 2008)
Ser cafre es algo que los maestros enseñan con gran facilidad, en caso de que el alumno no lo traiga ya aprendido de casa. Esto es lo que se deduce de la película La ola, que es un film alemán sorprendentemente entretenido[1].
El argumento está tomado de un experimento real, lo que pelieriza todavía más que si hubiera salido de la mente calenturienta de un sádico con años de experiencia en el sadismo[2].
En un instituto de enseñanza media teutón no se le ocurre a la directiva nada mejor que ofrecer un seminario de política a los alumnos en la semana de proyectos. Hubiera sido mejor que les enseñaran algo de educación, porque los estudiantes son totalmente fáusticos (de la piel del diablo) y no distinguen un pupitre de un reposapiés ni a un profesor de una escupidera.
Un maestro al que llamaremos Wenger (y se lo llamaremos porque, efectivamente, se llama así) decide que aquella panda de incerebrados aprenda que la autocracia no es que te hagan reír los autobuses. El experimentador decide enseñar con ejercicios prácticos y los alumnos le siguen la corriente en un principio, para reírse un rato.
Pero, inexplicablemente, la cosa les gusta. En primer lugar se implanta un mínimo de disciplina: tendrán que entrar en clase en silencio y levantarse cuando llegue el profesor. Cuando lo hacen y como recompensa, Wenger les dice que son todos estupendos, que es, en definitiva lo que todos los adolescentes quieren oír. Estar en silencio, sentarse con la espalda recta, no pegar el chicle en el pelo de la chica de delante y proferir menos de seis blasfemias por minuto son otros de los logros de la primera jornada de clase.
Así, cada día avanzan más hacia el fascismo. Se visten igual, deciden un saludo, se ponen un nombre («La ola»), eligen a un dirigente (el profe), dibujan un logo (y lo pintan esa noche por toda la ciudad) e inventan un santo y seña sin el cual no pueden entrar a los sitios.
Como nos imaginamos, no pasa mucho tiempo antes de que empiecen a llevar armas.
El experimento va teniendo éxito por momentos y otros alumnos se apuntan a esa clase tras desapuntarse del curso en el que se enseña democracia y civismo, que les resultan temas poco ilusionantes.
Fuera del aula, los estudiantes empiezan a funcionar como un colectivo paramilitar bien organizado y es obvio que el juego se le ha ido de las manos al profesor. La película, como era de esperar, acaba a tiros y no decimos quién muere, porque realmente da igual.
Los conceptos aparentemente positivos de disciplina, lealtad, obediencia, colaboración, organización, sentido de pertenencia, orgullo, valor y algunos más quedan denunciados como un caldo de cultivo del fascismo de muy rápido crecimiento. El caos anterior parece mucho más seguro. Y lo terrible del asunto no es a lo que se llega con todas esas «virtudes», sino lo rápido del proceso, que dura menos de una semana.
Las conclusiones son terribles.
Las dictaduras están ahí, agazapadas detrás de la puerta; solo esperan a que las dejemos pasar.
La gente —contrariamente a lo que se supone—no quiere mandar, sino que le manden, para poder hacer el bestia y que la responsabilidad de loque hagan no sea suya, sino de los que se lo han mandado hacer.
Siempre hay algunos álguienes a los que te apetece machacar y la plebe está esperando el más mínimo motivo o justificación para empezar.
Nada hay que produzca más agradecimiento que inculcar en los seres inferiores la idea de que son superiores a los demás. Este es el secreto de los demagogos de más éxito.
Los profesores tienen que tener mucho cuidado con lo que enseñan, porque los alumnos no quieren aprender, sino solamente recalcar y reafirmar lo que ya traen aprendido de casa.
[1] Que un film alemán lo sea, careciendo de su acostumbrada plumbidez, es algo que pueden atestiguar aquellos que ven cine de ese país durante la sobremesa televisiva.
[2] Este experimento de «cómo ser nazi en cinco días» data de 1967. Se llevó a cabo en Palo Alto (California) y su lema fue «Fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario