Ocurrencias

 


Viajé a Oxford para ver sus inigualables museos. ¡Cuántas porquerías juntas en tan poco sitio!

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La literatura es solo el arte vago de sentir efluvios y vibrar con las esencias. Lo de escribir así o asá son solo monsergas.

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El Carmina burana es un oratorio escénico: algo así como una ópera pero todavía más aburrido.

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Dios es el espectador del Gran Hermano más antiguo.

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El hombre invisible podía colarse en los baños de las chicas para verlas desnudas, pero como tenía que ir desnudo él también, cogía unos catarros terribles.

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¿En qué consiste el ser? ¿En qué consiste la realidad? No tenemos ni la más mínima idea.

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Los filósofos posteriores refutaron a Kant, de lo cual todos nos alegramos mucho.

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Un guerrero de la Antigüedad al que le preguntaron cuál era su patria contestó, llevándose la mano a los testículos: «Donde va esto, allí está la patria».

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Hay que ser bueno. No no serlo. Lo importante no es la moral, sino vivir a nuestra manera y no como nos dicen.

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 Victor Hugo ordenaba a su criado que le escondiese la ropa para no poder salir y tener que ponerse a escribir.

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El último mohicano no sabía qué hacer con su vida cuando dejó de ser mohicano.

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El arte es básicamente una ciencia basada en la combinatoria y la asociación de ideas.

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El teatro es el primer amor de los espíritus poéticos. (Esta no es mía, sino de don Honorato; como me ha gustado, se la he robado alevosamente).

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Todos los grandes hechos históricos sucedieron porque alguien no hizo lo que tenía que hacer.

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Lo mejor para entender la teoría del caos es oír hablar a algunos profesores de Humanidades.

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El bufón sabio asegura que no lo es. Si lo fuera, ¿estaría en la corte de un rey cobrando dos maravedíes?

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Berkeley, que era bastante gordo, aseguraba que la materia no existía.

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En las reuniones de sociedad aquel hombre se aburría tanto que contaba los cuadros de las camisas de sus contertulios y las dividía por el número de rayas de otros hasta ochenta decimales.

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En el partido de fútbol de las rubias contra las morenas, la árbitro era calva.

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A aquellos que gustan de oír su propia voz hay que regalarles una grabadora y no volver a escucharlos jamás.

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Hace cuatro siglos la familia no estaba en crisis, pero abundaba la esclavitud y a todos nos parecía de perlas.

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El universo no se ha enterado de que estamos aquí.

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