El alma de Madrid

 

EL ALMA DE MADRID

(Romance patriachiquista)

 

 

Dice un famoso refrán

que vas «de Madrid al Cielo».

Los refranes son mentira

y ahora mismo lo demuestro

hablándoles de esta villa

que fue fundada por suevos,

con algún alano que otro

y tres vándalos en medio.

 

¿Qué ha dado Madrid al mundo?

Porras, churros y buñuelos.

Lo demás es importado

(aunque se pongan frenéticos

al oírlo esos chulapos

famosos por sus chalecos

y la parpusa maldita

que les da un calor de infierno),

que el schotis es escocés

y los mantones yo creo

que, si vienen de Manila,

habrán de ser filipeños.

Así es que Madrid no tiene

nada suyo por entero,

a excepción de los parquímetros

y un río bastante seco.

 

Su población es de fuera,

pues casi no hay madrileños;

son todos rumanos, ecua-

torianos, guatemaltecos,

etcétera. (Eso es así

y yo lo encuentro perfecto,

ya que soy pro-mestizaje

y de esta mezcla me alegro).

¿Y su cosmopolitismo?

No olvidemos que es un pueblo

de La Mancha, aunque no quiera.

Muy grande, sí; pero un pueblo.

 

Describiré sus encantos.

¿Qué es lo primero que veo

si voy por sus calles? So-

cavones de trecho en trecho,

que esta ilustre villa siempre

parece estar en proyecto

y no la acaban ni a tiros;

eso no tiene remedio.

Sus habitantes están

como locos con el béisbol.

(¡Ay, no, que me he confundido!

Es con el fútbol: un juego

que consiste en que el domingo

hay un montón de borregos

que fuera del Bernabeu

tiran vallas, prenden fuego

a papeleras y rompen

escaparates a cientos,

apedrean a los guardias,

se pintan de blanco el cuerpo,

como si fuera la moda

ser estúpido y gamberro).

 

Luego la ciudad incluye

mil lugares pintorescos

y edificios cochambrosos

(por ejemplo: el Ateneo,

que conserva en sus moquetas

diez mil especies de insectos),

sitios que nadie visita

(¿alguien conoce el Museo

Romántico, en Tribunal?

¿Ah, no? ¿Lo ven?), ministerios,

la estatua de don Quijote

(merecedora de un premio

de un concurso de horteradas),

el muy famoso Paseo

del Prado (contaminado

a tope y hecho ex profeso

para que los delincuentes

que hay en el distrito Centro

roben a los japoneses

que vienen a ver al Greco),

la calle de la Montera

(emporio de lo venéreo,

que la puedes visitar

y llevarte un mal recuerdo

de tu visita a Madrid),

varios «tablaos» flamencos

(que te cobran por un vino

tu sueldo de un mes entero)

y la estatua de Cibeles

(donde se encaraman cientos

de energúmenos forofos

y con aspecto siniestro

siempre que su equipo gana

algún campeonato, habiendo

pagado bien a los árbitros

y amañado los encuentros).

 

Yo les seguiría hablando

de este Madrid tan perfecto,

pero lo voy a dejar

porque me suena el teléfono.

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