Dicen que la literatura es algo para el disfrute de los humanos. No es cierto. Los hombres leen libros para presumir diciendo que los han leído. En cuanto al tema del disfrute, depositan más su confianza en las mancebías.
Y luego, la gente ha escrito largo y
tendido y no hay tiempo material de leerlo todo.
Yo, generoso como de costumbre,
condenso aquí no una, sino la mayoría de las obras de algunos escritores de
renombre, para evitar ese síndrome que los psicólogos han inventado para estas
actividades lúdico-sociales y que ellos denominan PMT (Pérdida Miserable de
Tiempo).
Ya se han hecho antes intentos tímidos
de coger una novela y cortar un poquito de aquí y un poquito de allá. Pero yo
voy más lejos. Hay que sintetizar todos los libros de un autor en un único
párrafo, y éste, que resulte corto. De tal modo, al leerlo ya tendremos a ese
autor cubierto y eliminado.
He aquí unos ejemplos condensados que
propongo:
William Shakespeare.
Un moro se toma un veneno y, ofuscado, pincha a uno que se escondía tras
un cortinón. Su novia entonces se enfada y se ahoga en una charca. Él se dedica
a visitar a unas brujas que están muy tristes porque sus hijas las tratan mal y
luego, durante una noche de verano en que hay una tempestad, se van todas a
cortarle un cacho de pierna a un judío.
Pedro Calderón de La Barca. El rey Baltasar cena y
se va a dormir. Sueña que una dama duende y un galán fantasma están de burlas
por su palacio. Cuando despierta, se le ocurre encerrar en una torre a su hijo.
Pero el alcalde se entera, le da garrote sin consultar a nadie y se escapa sin
problemas, porque su casa tiene dos puertas.
«Molière». Hay un señor que cree que está
enfermo y se hace médico a la fuerza para curarse. Su mujer —que le engaña con
un don Juan— se burla de él, porque es sabia; entonces él, de manera muy
hipócrita, se maquilla y se pone preciosa, aunque un poco ridícula.
Fiodor M. Dostoyevski. Un idiota
que ha estado en un sanatorio vuelve a su casa curado y decidido a matar a
cualquier vieja usurera que encuentre. En vez de eso, una noche blanca mata a
su padre, se siente humillado se arrepiente, se pasa unos años en Siberia
rodeado de demonios y acaba epiléptico.
Julio Verne. Un inglés excéntrico apuesta una
cantidad a que en cinco semanas viajará de la tierra a la luna con los hijos
del capitán Grant. En vez de eso, lo que hace es que cruza Rusia vestido de
mujik, imaginándose que tiene quince años, que es capitán de navío y que va a
pasar dos años de vacaciones en una isla misteriosa.
Franz Kafka. Hay un viajante de comercio que se
despierta convertido en escarabajo y, por si esto fuera poco, le empiezan a hacer
un proceso, acusándole de no se sabe bien qué. Entonces el escarabajo se
disfraza de perito agrimensor e intenta entrar en un castillo, pero no le
dejan; su familia se harta y le mata alevosamente.
Umberto Eco. Un señor naufraga y, como se aburre,
se dedica a especular sobre dónde podría estar el Preste Juan de las Indias.
Los templarios se enteran y le estropean el negocio editorial, por lo que el
otro se pone apocalíptico y acaba metiéndose a fraile en un monasterio que
acaba quemándose.
Stephen King. Hay un payaso asesino que tiene una
tienda, pero como sólo aparece cada diecisiete años, el negocio le va mal. Así
es que la cierra y se va en búsqueda de una torre. Un perro rabioso que ha
salido de un cementerio le persigue para morderle. Entonces se pierde en el
bosque y se lo encuentra una enfermera que le corta una pierna durante un
eclipse.
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