Crimen y castigo

 


 

Si alguno quiere ser culto

y, en cambio, no le apetece

tragarse entero ese libro

kilométrico (aunque célebre)

titulado Crimen y

castigo, de Dostoyevski,

yo lo cuento en dos patadas,

en un verso claro y breve

y el lector se ahorra el trabajo

de hacerlo. ¿No les parece?

 

La historia empieza en Moscú,

que estaba hasta aquí de nieve.

(¿No sería San Petesburgo?

Nos da lo mismo.) Es diciembre

y nuestro protagonista

—dejen que se lo presente:

se llama Raskolnikov,

que se traduce por «Pepe»—

lleva diez meses enfermo

y está en la cama con fiebre,

por lo que pasa los días

así, duerme que te duerme.

Tiene un tremendo catarro

por pasear a la intemperie,

habiendo olvidado el gorro,

y se siente mismamente

cual si tuviera malaria,

la tifoidea o el dengue.

Está débil; se levanta

y tropieza con los muebles;

en la habitación del joven,

señores, no hay mucha higiene;

y si a esto le sumamos

que Raskolnikov no tiene

ni un rublo con que tomarse

siquiera un café con leche

y que le debe al casero

once o doce o trece meses

y que tiene que pagarle

en pocos días, llueva o truene,

ustedes comprenderán

que el hombre se halle en un brete,

en trance más doloroso

que un tiro en el bajo vientre.

 

Para nada le ha servido

conocer a Keats y a Shelley,

ser experto en metafísica

y saber hablar vascuence;

la verdad es que no logra

trabajo ni de conserje

y aún no existe Telepizza,

por lo que el joven no puede

ni recurrir a esa tabla

de salvación de Occidente.

 

Como el hombre ha leído a Nietzsche

(que dijo —según parece—

que existen los superhombres

al igual que hay mequetrefes,

y que estos héroes están

por encima de la plebe

y a ellos se les permite

hacer lo que otros no deben),

Raskolnikov va y decide

ser superhombre y rebelde,

declarar la guerra al mundo

para que todos se enteren

de que él los tiene bien puestos

y qué es lo que vale un peine.

 

El plan que traza consiste

en matar a quien se tercie,

robarle y, con su dinero,

darse la vida de un jeque.

Para eludir cualquier riesgo

elige a alguien bien enclenque:

una usurera muy vieja

que cobra mil intereses.

Raskolnikov se propone

matarla el siguiente jueves

por la mañana temprano

(a poder ser, a las siete),

pues quiere hacerlo sin prisas,

sin que nadie le moleste,

y luego, a media mañana,

llegan gentes a venderte

cien cosas y te interrumpen,

lo que no es muy conveniente

si en ese momento estás

liado haciendo una muerte.

 

Para tener un pretexto,

Raskol prepara un paquete

pequeño, muy bien liado

en papel azul celeste,

para sacudirle mientras

la vieja lo desenvuelve.

Así, provisto de un hacha,

sujeta, para que cuelgue,

del interior del abrigo,

se dirige con tembleque

a casa de la usurera,

que vive en el piso siete,

por lo que Raskolnikov

sube y va exclamando «¡leñe!»

sin parar, solo que en ruso.

Cuando llega, llama fuerte

a la puerta; la usurera

(que está jugando al julepe

ella sola) le pregunta

desde dentro que qué quiere.

Entonces, el estudiante

decide darle carrete.

Para que no le conozca

pone una voz de falsete

y dice que trae una prenda

para empeñarla, si puede.

La vieja le abre, por fin;

él entra y entonces siente

las tripas cual si sufriera

un cólico miserere.

Mas su intención de cargársela

es firme y sigue en sus trece.

Se saca el hacha y, haciendo

en el aire un molinete,

le sacude a la usurera

apuntándole al rodete

del moño, pero va y falla,

pues el golpe se le tuerce

y solo le da en la oreja.

Ella da un grito y le muerde

en un ojo con gran saña.

Raskolnikov se revuelve

y, a duras penas, consigue

volver a arrearle en la frente,

dejándola más difunta

que el rey Don Alfonso XIII.

 

Todo pringado de sangre,

se pone a buscar billetes

por toda la habitación,

pero con tan mala suerte

que solo encuentra tres rublos

y seis copeicas; por ende,

el crimen resulta un fiasco,

un gran fracaso, una mete-

dura de pata, un ridículo

de los de no te menees.

 

Hasta aquí la exposición

de esta tragedia en San Petes-

burgo. ¿Y después? ¿Podrá Ras-

kolnikov salir indemne?

Ya se imaginan que no,

porque el título promete

que, si hay crimen, hay castigo.

(¡Vaya spoiler más pedestre!)

 

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