Rimas zurdas

 

Gustavo Adolfo, nuestro gran poeta romántico, a más de tener la cabeza muy gorda como todos sus biógrafos han constatado, sufría desdoblamiento de personalidad y solía hacer una versión en «B» de sus poemas. Su hermano —o quien fuese que editase sus poemas a su muerte— los quemó (con fuego), pero se le escapó alguno, que ha ido a aparecer en una de esas bibliotecas a las que no les quitan el polvo desde que el general Narváez hizo la primera comunión. He aquí la segunda versión de la famosa rima «Porque son, niña, tus ojos»

 

Porque son, niña, tus ojos

verdes como el mar, te quejas.

El verde no es mal color.

Si los tuvieras violetas

la gente se burlaría,

serías motivo de juerga,

te harían la vida imposible

con chanzas y cuchufletas,

te tomarían, ya sabes,

el pelo y la pelambrera

y acabarías al fin

volviéndote majareta.

 

Si tus ojos fueran rojos

la impresión sería tremenda:

dirían que eres un monstruo

y, de seguro, a la fuerza

te raptaría algún malvado

para exhibirte en las ferias

como la mujer-demonio

con nombre de Satanela,

Satanasa, Belcebúa

o, a lo mejor, Lucifera.

 

Y si fueran amarillos,

rosa, naranja o magenta,

toda la gente creería

que vienes de otro planeta,

lo cual es mucho peor,

pues puede ser que te hicieran

alguna barrabasada

en el nombre de la ciencia

y acabaras a cachitos

dentro de alguna probeta,

que la gente está muy loca

y con las extraterrestras

no suele mostrar ni un poco

de respeto o gentileza.

 

Resumiendo: que tus ojos

es mucho mejor que sean

verdes que de otro color.

Por eso te digo: Deja

ya de quejarte, ¡rediez!

¡Deja ya de poner pegas!,

porque me tienes muy harto,

que estoy de ti hasta las cejas

y ya no te aguanto más

tonterías ni puñetas.

 

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