¡Viva Zapata!

 



(Elia Kazan, 1957)

 

          Porfirio Díaz es el feliz poseedor de un bigote de colosales dimensiones y de un país propio para entretenerse jugando con él: México (lindo y querido). Es orondo (él, no el país), pomposo y paternalista. Recibe a una delegación de campesinos tímidos y cochambrosos que se le quejan de que algunos terratenientes, en connivencia con el gobierno de su provincia, les han quitado sus tierras y puesto alrededor alambre de ese de púas que pincha tanto.

          Díaz, que solo lleva treinta y cuatro años de nada en el poder, en un periodo llamado Porfiriato, y que ha escuchado muchas veces protestas de este tipo, les suelta un par de frases displicentes y unas cuantas trolas para quitárselos de encima y los campesinos se van sin darse cuenta de que no les han prometido nada.

           Pero no se marchan todos. Un chamaco alto y bizcoMarlon Brando antes de ponerse gordose enfrenta el prócer y dice que como no le devuelvan sus tierras se va a armar una gorda.

Díaz se cabrea. «¿Cómo te llamas?», pregunta iracundo. «Zapata. Emiliano Zapata», dice el otro[1]. El presidente tira de lista y rodea el nombre de Zapata con tanta fuerza que se le dobla la plumilla. A partir de ese momento, el espectador ya puede abandonar el cine e irse a su casa, porque está claro cómo va a acabar la película: al protestón se lo cargan de todas todas.

Pero todavía no ha llegado ese mexicotrágico momento. Emiliano promueve una rebelión en el sur del país sin saber que Pancho Villa está haciendo lo mismo en el norte. De alguna manera, uno de los dos revolucionarios se entera de la existencia del otro. Villa le escribe una carta a Zapata, pero como este no sabe leer, se limita a lamer el sobre, para ver si así se entera de lo que dice la misiva.

El levantamiento popular triunfa, no se sabe cómo, porque en la película no se ve, y Francisco Madero sube al poder y se nombra presidente.

¿Qué sucede entonces?

Pues que el nuevo gobierno es tan nefasto como el anterior. ¿Qué imaginaban ustedes?

Madero es un tarugo y no sabe qué hacer con la presidencia, por lo que le consulta todo al general Victoriano Huerta, que es calvo y malvado, hecho que demuestra traicionándole y mandándole ejecutar. (Esto demuestra que era malvado; que era calvo es algo que no necesita demostración: basta ver una fotografía).

Entretanto, Zapata decide casarse, porque la revolución le está resultando en extremo aburrida. De paso, intenta aprender a leer y hace el propósito de Año Nuevo de ir al gimnasio en cuanto abran uno cerca de su pueblo.

 Para demostrar que el poder corrompe y que los movimientos revolucionarios son tan malos y represivos como los gobiernos a los que intentan derrocar, se incluye en la cinta una secuencia en donde vemos a Eufemio Zapata, hermano del héroe, que se ha vuelto un dictadorzuelo o un tiranorcete en su localidad y que maltrata a los campesinos, saltándose la ley con una pértiga de fibra de vidrio. Emiliano le afea su conducta, pero como a Eufemio enseguida lo matan, no tiene tiempo de corregirse.

Los acontecimientos se precipitan, como suelen decir los escritores que tienen ya ganas de acabar lo que están redactando.

Huerta, que hace de interino, se ve forzado a dimitir, se va a los Estados Unidos en 1914, negocia allí con espías alemanes, es apresado y se pudre en prisión. Bueno, el caso es que no se le vuelve a ver más por México.

Entra entonces en escena Venustiano Carranza, la situación política se complica y, ¡señores!, para no cansar: se decide que Zapata da mucho la lata y que ya está sobrando. En cuanto el hombre aparece por Chinameca —estamos en 1919los federales le acribillan a balazos y así Zapata se convierte en el símbolo de los campesinos desposeídos, cosa en la que no se habría convertido si se hubiera muerto de un tabardillo, por ejemplo.

Ahora viene el final, que consiste en que los zapatistas no se quieren creer que su líder haya sido tan rotundamente baleado y comienzan a decir que si Zapata se escapó con vida, que si el muerto era otro que se le parecía, que si el verdadero Zapata se refugió en las montañas, que si tal y que si cual. Y crean la leyenda de que Zapata regresará un día para acabar con las injusticias y devolver la tierra a los campesinos a los que se les arrebató.

A día de hoy —febrero de 2024aún le están esperando.

 



[1] Y esto nos recuerda a la famosa frase de «Bond. James Bond», solo que este diálogo es anterior al de la película del 007, que quizá lo copió de ahí.

 

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