Ciudadano Kane

 


El bueno de Orson Welles les dio un susto de muerte a sus compatriotas al emitir convincentemente la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells, por la radio. Acostumbrados a creerse cualquier cosa, los estadounidenses, tras escuchar la ficticia descripción de una invasión de los marcianos en el planeta Tierra, hicieron dos cosas estúpidas:

          1) se lo creyeron a pies juntillas; y

          2) comenzaron a pegar tiros a mansalva, a discreción y en todas direcciones, o bien se suicidaron tirándose por los balcones más cercanos.

          Nunca la Radio ha conocido un éxito tan rotundo.

          En vista del pánico y las muertes que provocó, la RKO Pictures contrató sin perder un minuto a Welles para que hiciera con ellos tres películas, aplicando una lógica americana que no se acaba de entender del todo. Así nació Citizen Kane, considerada durante mucho tiempo la mejor película de la historia del cine, aunque eso no significa nada, pues El ladrón de bicicletas también estuvo en ese puesto unos añitos.

          La película no cabe duda de que es magnífica y estuvo nominada a nueve premios de la Academia en el año 1941, que no fue bisiesto por muy poquito. La lógica americana a la que he aludido antes hizo que, durante la gala, el público abucheara todas las nominaciones.

          A partir de ahí las contradicciones abundan.

          Los directivos de la RKO le dieron a Welles completa libertad para elegir el guión y luego rechazaron las ideas que él les fue sugiriendo durante cinco meses, que aventuro que fueron muchas. Finalmente hubo consenso en llevar al cine la historia de un gran sinvergüenza, inspirándose en William Randolph Hearst, dueño de un descomunal imperio mediático. Para interpretar a este guapo personaje, Welles se contrató a sí mismo. (Se habla de sesiones de maquillaje que comenzaban a las dos y media de la madrugada para poder rodar a las nueve de la mañana.)

          También escribió parte del guión (por el que recibió su único Oscar) y fue entonces cuando pronunció su frase más recordada: «Lo peor es cuando has terminado un guión y la máquina de escribir no aplaude».

          Welles venía del teatro y no tenía ni idea de dirigir ni nada, pero eso no fue óbice. Se vio La diligencia, de John Ford, cuarenta veces seguidas y aprendió así todo lo que se puede aprender sobre cine.

          Los estudios se arriesgaron con el film, pero tampoco se gastaron mucho dinero. Reciclaron todo lo que pudieron para ahorrar en costes de producción. En una escena que representa un picnic usaron imágenes de exteriores tomadas de la película El hijo de [King] Kong. Al fondo del paisaje se veían los pterodáctilos.

          Veamos someramente el argumento porque hacerlo en detalle sería una verdadera lata.

          Charles Foster Kane es un canalla muy rico que muere abandonado de todos en su palacio, «Xanadú». Al morir, solo y en su cama, pronuncia la palabra ‘Rosebud’, que nadie sabe lo que quiere decir. Un periodista investiga su vida para saber de qué va la cosa y a qué viene lo de ‘Rosebud’ (que significa literalmente «capullo de rosa»). Así, en repetidas analepsis... (¿Que qué es una analepsis? Pues un flash-back, señores míos. ¡A ver sin usamos menos inglés y empezamos a conocer mejor nuestra propia lengua!). Como les iba diciendo, en repetidas analepsis se cuenta la vida del mangante. (No, del mangante no, del magnate: es que se me han cambiado de sitio las letras.) Vemos cómo se forra, cómo se lía con unas y con otras, cómo mangonea al país con su dinero y su influencia...

               Al final resulta que ‘Rosebud’ era el nombre del trineo que tenía de pequeñito, cuando era feliz. Según las malas lenguas (y otras no tan malas pero razonables) ‘Rosebud’ era el nombre que Hearst le daba cariñosamente al clítoris de su novia. Pero esto no está refrendado por demasiadas fuentes, como ustedes pueden imaginarse. El caso es que el drama humano acaba en un sentimentaloide recurso hollywoodiense. Pero este final no importa: todo lo que se ve en medio merece sobradamente la pena.

          Un aspecto impresionante de la película es el palacete «Xanadú». El nombre se encuentra en un nauseabundo poema del cursi y romántico poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, donde se dice que el caudillo Kubla Khan, un día que se aburría porque llovía y no podía salir a coger setas, decidió construirse para su solaz y esparcimiento un palacio que tirase de espaldas en Shang-du, que es un bonito sitio que está allí mismo, por la Mongolia Exterior.

          Como nos cuenta un narrador, de voz entusiasta, al que parece que le pagan a tanto el énfasis, Kane se hace construir en el desierto de Florida una montaña artificial con 100.000 árboles, 20.000 toneladas de mármol y un tiovivo para él solo. Cientos de habitaciones. Cientos de sirvientes con librea verde botella y guantes blancos. Cientos de cuadros horrorosos de los grandes impresionistas. Cientos de muebles a los que hay que quitarles el polvo todos los días. Zoológicos y acuarios privados, con los animales puestos por orden alfabético. Jardines botánicos capaces de provocar todas las alergias conocidas por el hombre. Estadios y recintos para todos los deportes, incluidos la maledicencia y el chismorreo. Cuarenta y nueve mil acres llenos de nada salvo paisajes y estatuas. «¿Cuánto ha costado todo esto?», pregunta un personaje. La respuesta que le ofrecen es un tanto soez, pero viene a significar que bastante.

          En aquel monumento al propio poder, el ciudadano Kane se muere solemnemente de asco.

          Y volviendo a la lógica que titula este escrito: como se ha dicho, toda la película es una investigación exhaustiva sobre lo que significan las últimas palabras de Kane. Pero nadie se dio cuenta durante el rodaje de que el personaje de Kane muere más solo que la una, por lo que nadie pudo saber qué demontres dijo al finiquitar.

          El término técnico que emplean en Hollywood para casos como este es BSU (Big Screw-Up), que podría traducirse como Gran Metedura de Pata (GMP). También podríamos aplicar aquí las siglas castellanas GC, pero no quedan muy elegantes.

 




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