Contra la moda

 


  

(ADVERTENCIA.—Este escrito es un tanto machista. ¡Qué se le va a hacer!)

Para ilustrar a las féminas de lo que verdaderamente les conviene si quieren pescar un marido rico (que es, a fin de cuentas, para lo que muchas se visten y se pintarrajean) contaré la historia de Guillermo.

Nunca se supo por qué Guillermo llegó a odiar tan intensamente a las mujeres (aunque alguno puede que se lo imagine). Pero el caso es que lo hacía.

Por eso se hizo modisto.

¿Cómo alcanzó la fama? Muy fácil: empezó a usar una corbata amarilla que combinaba con una camisa negra y un traje color lila. Si vistes así, una de dos: o te encierran, tu familia te incapacita y se queda con tu dinero, o saltas a la televisión y a la fama. Y, desgraciadamente, en este país se encierra a poquísima gente.

Una vez encumbrado, lo demás es sencillo. Pones un apóstrofo a tu nombre de pila (te conviertes en Pepe’s o en Paco’s) y ya tienes una firma internacional que registrar y que funciona sola. Luego, buenos diseñadores de ropa los hay a patadas en el paro. Sólo es cuestión de contratarlos y hacer que trabajen para ti.

Así surgió Guillermo’s, que pronto amplió su influjo a todos los órdenes de la moda.

Su maquiavélico plan contra el sexo femenino tenía dos vertientes:

1.- Hacer sufrir a las féminas con prendas torturadoras; y

2.- Vestirlas como mamarrachos para que los hombres no las encontraran atractivas.

Para llevar a cabo su plan diseñó y popularizó las siguientes cosas:

—Zapatos excesivamente puntiagudos, tipo «bruja del Oeste de El mago de Oz», que hacen que los pies parezcan enormes y provocan que los dedos se monten unos encima de otros de una manera definitiva.

—Tacones estiléticos para lograr una rápida e irreversible deformación de la columna.

—Pantalones ceñidos en lugares indebidos, para realce espectacular de michelines y otras sobradías.

—Pulseras de goma asquerosa, de diferentes colores, para que todas las mujeres parezcan iguales en lo físico y menores de edad en lo mental.

—Mechas de colorines, que sólo dan la impresión de pelo mal lavado después de una juerga de Carnaval.

—Moda del pelo muy corto para gordas (para que así parezcan todavía más gordas).

—Lápiz atravesando el moño. Una barata manera de parecer tan cutre como tu vecina.

—Delgadez extrema, con la privación consiguiente del deleite contemplativo de las formas a las que la naturaleza había sabiamente acostumbrado a los hombres. La delgadez de las modelos asusta; paren enferman y uno piensa que, si retozara con una de las que aparecen en las revistas, le pegaría alguna cosa poco deseable.

—Gafas de sol, de esas que las mujeres llevan a los ocho de la mañana de un día lluvioso y brumoso de enero, para que no podamos ver sus preciosos ojos. (¿Han probado a sonreír con gafas de sol? Es imposible físicamente. Las gafas de sol dar al rostro un avinagramiento perenne y le dotan de un gesto de mala uva, de desprecio, de desaire y de inaccesibilidad. El aislante del cristal es lo idóneo para alejar a un ser humano de otro.)

—Gafas de plástico de colorines que hacen que toda España parezca salida de una película de Almodóvar.

Piercings descentrados, que provocan en el contemplador una sensación de desasosiego semejante a la que sentimos cuando nos parece que el director de orquesta de va a caer de la tarima en medio de la Marcha Radetzky.

—Tatuajes de vista parcial, que están la mitad dentro y la mitad fuera de la ropa. Dan a la mujer una pátina de incompletidad, si es que así puede decirse.

—Hombreras modelo «jugador de la liga profesional de rugby de primera división», ya que a los hombres les gustan (según las últimas encuestas) los hombros redondos y suaves en las mujeres.

—Uñas desmesuradamente largas, que los hombres asocian de inmediato con el olvidado arte de la cetrería.

—Uñas verdes, un color que los hombres asocian inmediatamente con flemas, mocos y detritus varios.

—Uñas moradas o negras, un color que los hombres asocian inmediatamente con la gangrena.

(Si me paro a pensar, seguro que salen más cosas).

Luego dicen que los hombres de hoy no se casan y que cada vez nacen menos niños. Pero nadie se pregunta quiénes son los Guillermo’s que tienen la culpa.

Estas son las modas que no hay que seguir.

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