Si han tenido la sangre fría de leer mis escritos, ya se habrán topado con un pequeño estudio sobre los electrodomésticos en el cine estadounidense. Así es que el tema esta ya parcialmente tocado. (Por cierto: ¿puede estar algo «parcialmente tocado» o es una imposibilidad? Porque algo, o lo tocas o no lo tocas. Se ve que hoy no estoy muy fino con mi prosa.)
Pero —tocado o no— me gustaría profundizar en las cocinas en el cine.
Ya, ya sé que eso no me creará fama de intelectual. Lo normal es escribir una monografía sobre la muerte en Bergman, el sadismo en Visconti, la soledad en Antonioni, lo onírico en Kurosawa o cualquier otro asunto semejante e igual de plúmbeo. A su lado, el tema de la cocina en telefilms y películas de serie ‘B’ no suena muy allá. Pero eso es lo que me interesa, porque yo erudito no seré, pero a original no me gana casi nadie.
Y las cocinas de cine me intrigan porque, sea cual sea la película y su género, siempre siguen unas pautas.
Por ejemplo: en una casa española, los cuchillos suelen estar en el cajón de los cubiertos. En Estados Unidos (si su cine refleja la realidad) pueden estar en dos sitios: en el susodicho cajón, si no se van a utilizar, o bien expuestos en un cuchillero, si el ama de casa los va a emplear para defenderse del intruso. Luego si en una escena vemos el cuchillero a la vista, ya sabemos que en otra secuencia entrará un intruso y el ama de casa le pinchará. Esto es un axioma.
En cuanto a la pila de fregar, siempre tiene una trituradora cuyo agujero nunca se ve, salvo que la película sea de terror. Si es así, entonces se dan dos posibilidades: 1) o bien hay un monstruo dentro y en algún momento veremos salir del agujero un surtidor de sangre; o bien, 2) alguien meterá la mano imprudentemente y se la triturarán.
Lo del triturador de basuras en la pila es, además, una guarrada, porque habrán observado ustedes que las amas de casa de cine lavan allí las verduras, pero no dejan correr el agua, como es lo limpio, sino que ponen el tapón y las dejan flotar, en el mismo sitio por donde se van los restos que quedan en los platos (con huesos de pollo, colillas, etc.) y donde se lava la grasa de los cacharros. Una porquería, vamos.
Otra característica estadounidense cocinil es que las amas de casa cortan las verduras muy, pero que muy despacio. Calculamos que tardan varias horas en preparar un pisto o una ensalada. Y, como entre corte y corte, van bebiendo indefectiblemente de una copa grande de vino blanco, deducimos que a los americanos les gusta pimplar en todo momento y que las amas de casa quieren parecer elegantes hasta haciendo la tortilla. Yo no sé si en España las amas de casa se amerluzan cuando guisan, pero sospecho que no les queda tiempo.
Más particularidades: en las cocinas de cine nunca sale humo de los guisos (que suelen ser casi siempre spaguettis con verduras), salvo en el caso de que se trate de una barbacoa, lo que es un caso que ha de estudiarse aparte[1].
En una cocina, cuando alguien invita a alguien a café, nunca le ofrece azúcar ni leche, sino que se lo echa directamente en la taza. Esta particularidad es semejante a otras dos: cuando aparcan el coche y no lo cierran con llave o cuando dos personajes quedan para verse luego y no se dicen ni dónde ni a qué hora. Son convencionalismos que hemos de aceptar.
Si toda la familia está reunida en la mesa del desayuno y la madre hace tortitas, la escena de la película siempre comienza cuando las tortitas están ya a punto y ella retira la sartén del fuego y las sirve en el plato. No hay ninguna película en la que se vea cuándo se empiezan a hacer las tortitas o que se muestren las tortitas a medio hacer.
Otra regla: todos los sándwiches que se hacen en el cine llevan más mantequilla de cacahuete que relleno real. Los actores le quitan al pan la corteza con unos cuchillos desmesuradamente grandes para esa labor y lo hacen muy despacio, quizá para no cortarse.
Algo que caracteriza muy bien a los personajes son los zumos. Los policías a los que les ha abandonado la mujer echan en la batidora lo primero que hallan a mano, incluyendo los huevos con su cáscara. Además, beben directamente del vaso de la batidora. Esto es obligatorio.
Eso en cuanto a las cocinas caseras. Las cocinas industriales (de hoteles, etc.) tienen obligatoriamente un armario en el suelo para que se esconda la gente perseguida y una cámara frigorífica para colgar un cadáver y que la chica guapa o el gordo gracioso se tropiecen con él y se lleven un susto.
Las cocinas de restaurantes tienen pasillos angostos para que, durante las persecuciones, los perseguidores y los perseguidos choquen fácilmente con los cocineros que están allí. Hay una regla inamovible y es que si el chico y la chica huyen juntos de los malos atravesando una cocina, han de ir cogidos de la mano. Esto es algo a lo que los guionistas están obligados a respetar por contrato.
Podría seguir escribiendo más cosas al respecto, pero como dice el refrán: «No dejes para mañana lo que puedas dejar para el mes que viene».
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