Por el mero hecho de vivir, nos aprovechamos de una inmensa cantidad de cosas que han inventado otros (palabras, sacacorchos, teorías filosóficas, recetas de cocina, posturas sexuales y un largo etcétera). Por eso, tenemos el deber moral de corresponder en especie a la Humanidad. No se puede pasar por el mundo sin dejar algo propio. No se puede ser tan mezquino y limitarse a usar las cosas de los demás.
(Y no hay que olvidar que un poco de fama no es de despreciar.)
Por ello, yo he decidido dotar a la literatura de algunos géneros nuevos, para que se me recuerde con cariño cuando me vaya con la mayoría.
Otros escritores lo han hecho antes, con mayor o menor éxito. Unamuno popularizó sus nivolas, Manuel Machado se sacó de la manga los sonites, Valle-Inclán creó los esperpentos, Nicanor Parra contribuyó con sus antipoemas, Ramón nos legó sus greguerías, Campoamor engendró las doloras y Ruiz Zafón inventó los bodrios (bueno, no los inventó él, pero los escribió con frecuencia).
El neogénero que aquí les presento es el monopalabrismo, en donde se encajan historias la mar de escuetas en las que todas las frases no son sino un único sustantivo. De su yuxtaposición tiene que entenderse la trama, como sucede con la película que comento.
Londres.
Hombre orquesta.
Banquero.
Sufragista.
Niños.
Niñera.
Caos.
Carta.
Chimenea.
Nube.
Paraguas.
Viento.
Entrevista.
Bolso.
Perchero.
Espejo.
Cinta métrica.
Jarabe.
Azúcar.
Pila.
Barandilla.
Parque.
Dibujo.
Tiza.
Salto.
Terraza.
Camareros.
Pingüinos.
Feria.
Tiovivo.
Caballitos.
Carrera.
Superfragilisticoexpialidoso.
Caza.
Zorro.
Casa.
Cama.
Catarro.
Nana.
Tío.
Te.
Mesa.
Chiste.
Risa.
Techo.
Padre.
Disciplina.
Mendiga.
Palomas.
Banco.
Banquero.
Penique.
Escandalo.
Despido.
Deshollinador.
Chimeneas.
Tejado.
Baile.
Apretón de manos.
Suerte.
Cañonazo.
Degradación.
Chiste.
Risa.
Techo.
Viento.
Cometa.
Banquero.
Infarto.
Contrato.
Familia.
Felicidad.
Nube.
Paraguas.
Fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario