La frase que encabeza este escrito («Whatever it is, I’m against it») se debe a mis maestros filosóficos: los hermanos Marx. Orna el frontispicio de mi salita de estar y me ha servido muy bien a lo largo de mi vida en mis esfuerzos por crearme enemigos y meterme en líos.
Hoy la empleo para meditar sobre el prefijo ‘anti-’ y así poder analizar algunos términos que no usamos correctamente en castellano, por lo que me propongo revelar su sentido oculto.
Allá vamos:
Antílope
Esta palabra no se refiere a un cérvido más o menos gordo. Se aplica a los culteranos del siglo XVII, con Góngora a la cabeza, que decidieron meterse con el Fénix de los Ingenios. Eran todos anti-Lope y le atacaron por la llaneza de sus escritos. Los culteranos llamaron a Góngora «cisne del Bétis», y a Lope y sus seguidores «patos de la aguachirle castellana». Si alguno cree que miento, puede consultar para convencerse la gigantesca obra en dos volúmenes Guerras literarias del Siglo de Oro, de Joaquín de Entrambasaguas. Y, después de consultarla, se puede ir por mí a freír espárragos de una vez, porque no me gusta que se dude de mis palabras.
Anticuario
Los cuarios eran una comunidad de mormones asentados en Nueva Inglaterra que pasó por una grave crisis a principios del siglo XX porque dos de sus principales miembros querían ser obispos, mangonear y decidir quién se casaba con quién y cuántas veces. Como resultado de esto, la secta se escindió. El grupo disidente (que se marchó del pueblo llevándose el ganado) se denominó a sí mismo ‘pecuario’, anteponiendo al nombre la «pe» inicial de su nuevo líder, Peter Peterson Potts. Debido al odio que cogieron al otro grupo, todo el mundo empezó a llamarles ‘anticuarios’, voz que ha arraigado en el habla popular.
Antítesis
Este vocablo se aplica a todos aquellos profesores y académicos vagos que presumen mucho y no trabajan nada. A fuerza de hacer la pelota a unos y a otros consiguen al cabo de muchos años que alguna universidad despistada les otorgue el título de «Doctor Honoris Causa». Esto es: están a favor de conseguir llegar a ser doctores sin tener que hacer la tesis.
Antillas
Este término es una contracción de ‘antiellas’ (anti + ellas). Se refiere a un movimiento de mujeres que se opone al feminismo radical militante y al lesbianismo. Está «contra ellas» como objeto de atracción sexual y dominadoras del mundo. Las antillas piensan que los hombres estamos muy bien, que somos seres fabulosos dotados de cosas interesantes y no ven motivo alguno para atacarnos ni menospreciarnos. Dirigen en cambio sus iras contra esas mujeres que desprecian al macho. Quizá muchos recuerden el famoso libro El varón domado, de la famosa escritora... (No me acuerdo ahora del nombre: ya lo miraré) que inició esta tendencia.
Antífona
Dícese de la persona que está en contra de los sonidos (anti + fono). No de todos los sonidos, evidentemente, sino sólo de aquellos que perturban. Son el núcleo de las Plataformas contra los Decibelios y quienes han puesto de moda la noción de «contaminación acústica». Puede usarse perfectamente esta palabra en frases tales como «Los vecinos del inmueble mostraron una actitud antífona ante la discoteca sita en la planta baja de la finca».
Antipático
Que no tiene pathos o está en contra de los patos. Por ejemplo, en Madrid mismo, las obras de la autopista M-30 resultaron ser muy antipáticas, porque acabaron con todos los ánades que solían bañarse en el río Manzanares.
Antípoda
Los conservaduristas se oponen a la tala indiscriminada de árboles en el Amazonas, por ejemplo, porque trastocan el equilibrio climático del planeta. Pero hay otros de aspiraciones ecológicas más modestas que sólo se oponen a que se poden los árboles y se les despoje de sus hojas, que proporcionan sombra y belleza al paisaje. Ésos son los ‘antípodas’
Antifaz
En contra de lo que pudiera parecer, el término ‘antifaz’ no indica que se esté en contra de que la gente tenga cara. Al prefijo le sigue ‘faz’ como contracción del verbo latino ‘facere’, «hacer». Un antifaz es aquel que está en contra de hacer nada. O sea: un vago.
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