Voy a darles mi opinión
de un gran film de los de Stanley
Kubrick, que es mi preferido:
la historia de Jack Torrance
o «Tórrens»: El resplandor.
Como todo el mundo sabe
se basa en una novela
de Stephen King, el gigante
del terror, monstruo del miedo
rey de lo erisipelante,
emperador de los sustos,
mago de lo acojonante
(perdón por la palabrota)
y monopolizador
de lo gore y de lo cafre.
Metámonos con la cinta,
llamada en inglés The Shining.
A un borrachín sin trabajo
le dan un puesto de manager
de un hotel que en el invierno
cierra y se queda sin nadie,
porque allí hay tan solo nieve
y quizá unos cuantos alces.
Se instala con su familia
para comprobar que arde
la caldera todo el tiempo.
Su cometido es bien fácil.
Mas resulta que el hotel
fue frecuentado por gangsters
allá por los años veinte
y allí se bailaron charles-
tones y también se hicieron
cuatro o cinco o seis masacres.
En resumen: que el hotel
está vivo y coleante,
enloquece a los guardeses,
les incita a que se carguen
a sus familias a hachazos
con furor descuartizante
y que dejen las moquetas
todas perdidas de sangre.
Ya se imaginan ustedes
las líneas argumentales
y no he de insistir en ellas.
Pero lo que es impactante
es el ambiente opresivo
que logra crear Stanley
Kubrick, sin utilizar
esos recursos tan fáciles
en el cine de terror,
como música enervante,
oscuros, monstruos, etcétera.
Todo a plena luz se hace.
Todo es realista y es lógico.
Y aunque el que la ve ya sabe
lo que ha de pasar, da igual,
porque el disfrute es constante.
Un niño pasea en triciclo
en vueltas interminables
y el corazón en un puño
se te pone en un instante.
Un barman sirve una copa
y el miedo es despachurrante.
Kubrick logra un miedo inmenso
con los mínimos detalles
y da una lección de cómo
hacer el séptimo arte.
Pero luego King va y dice
—sin que le pregunte nadie—
que la «peli» no le gusta.
¡Haberlo pensado antes
de venderle los derechos
por un millón de «doláres»!
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