País de vagos

 

 

Una anécdota que revela mucho sobre mis compatriotas

 

Fascinado por ese proceso comercial maravilloso que consiste en que te paguen en moneda de curso legal a cambio solamente de poner palabras en un papel, acepté en cierta ocasión —hace años— colaborar regularmente en los suplementos culturales del diario 20 minutos, ese periódico que lleva la baratura de su precio hasta el extremo (es gratuito).

Fue una experiencia muy grata y satisfactoria, que me enseñó muchas cosas. (Por ejemplo, que la palabra ‘curro’ es preferible a ‘trabajo’, porque ocupa menos espacio y gasta menos tinta.) Pero sobre todo me demostró a diario que vivimos en un país de perezosos redomados. ¿Cómo lo supe? Me explicaré.

Junto con la edición impresa en papel. existe un diario digital donde los lectores pueden dejar sus comentarios. Ahora bien: queridos lectores, a mí me tienen ustedes muy mal acostumbrado, pues cuando comentan mis textos en mis libros o en las redes, suelen ustedes dejar frases ingeniosas, referencias cultas, elogios a mis escritos o palabras de cariño o ánimo.

Pero en un diario digital la cosa es muy distinta. Escribiera yo lo que escribiera, el tipo de comentarios que recibía solía ser de este jaez (y perdón por el hiperrealismo):

puto becario haber si aprendes a scribir ignorante, hay q documentarse xjxmn mejor coño, léches ¡!!!

 

O bien:

estos cabrones no tienen ni idea de que estan diciendo esto no es asi yo se muxo de eso y os abeis equivocado en todo sois un diario de mieeeeeeeerda

 

Tales comentarios eran frecuentísimos. Los aspectos sociológicamente interesantes del asunto son los siguientes:

1) Tales comentarios los repetían a diario las mismas personas.

2) El horario en que se hacían era el laboral (principalmente durante las mañanas, entre las once y la una).

O sea: una gran cantidad de personas de este país no tenía otra cosa mejor que hacer durante la mañana que leer un periódico... ¡que les parecía muy malo y no les gustaba!

Evidentemente, trabajar, no trabajan.

Lo dicho: país de vagos.


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