África
Para los antiguos griegos, el Mar Egeo dividía el mundo en dos partes: Europa y Asia, y con eso se daban por contentos. Pensaban que la península del Sinaí existía de verdad, por lo que la tierra que había más abajo estaba unida a Asia y era parte de ella, por lo que no se preocuparon de nombrar lo que hoy es África. (Considerando que Europa también está unida a Asia —Eurasia— deberíamos tener una Eurasiáfrica y quitarnos de líos). Los romanos, con su afán de estropear siempre lo que habían hecho los griegos, comenzaron a considerar a lo de abajo como un continente separado. Lo llamaron genéricamente Libia y no lo midieron muy bien; de hecho, en un principio África incluía sólo los alrededores de Cartago, donde vivían los cartagos, y excluía Cartagino (de donde eran los cartagineses). Luego empezaron a llamar al sitio ‘Ifrikiya’, (país de los frikis), de donde viene el vocablo. Otra teoría apunta al vocablo griego ‘afros’, haciendo referencia a lo que da fama a los negros y les hace que exploten, demográficamente hablando.
Alaska
En el siglo xviii unos beduinos tacaños que no quisieron comprarse una brújula se perdieron en el desierto, vagaron durante muchos días y acabaron apareciendo en un lugar donde el suelo era muy blanco y estaba muy frío. Sin entender nada de todo aquello y poco acostumbrados a estas condiciones climatológicas dijeron que aquel sitio era una porquería (del árabe ‘al-aska’, «el asco»). Se volvieron por donde habían venido y su definición del lugar perduró ya para siempre, porque sólo Alá es Grande, Clemente y Misericordioso.
Albania
También a causa de la nieve eterna de sus cumbres tomó su nombre el país hoy conocido como Albania. La verdad es que las otras opciones que se presentaron no eran demasiado acertadas. ‘Albania’ viene del latín ‘albus’, «blanco», al igual que otras opciones presentadas al plebiscito que decidió la nomenclatura. Palidonia fue otra propuesta desechada, así como Nevulandia, Albuginonia, Lechindia, Armiñis, Niveoluncia, Lactencestonia, Nevandia y otras muchas por el estilo.
Nápoles
Nápoles toma su nombre de procónsul romano Plubio Sixto Mirtilo, de una familia noble de Capri, que ejerció gran influjo en su tiempo. Mirtilo era un apasionado del arroz con leche y lo puso de moda en la península itálica, hasta el punto de que no podía concebirse una bacanal sin el consumo de tan logrado postre. Cómo acabó el nombre de Mirtilo convirtiéndose en Nápoles es algo que nos supera incluso a los historiadores más avezados. Pero no desesperamos de encontrar algún día la razón de estos cambios lingüísticos.
Antillas
La transposición de una letra por error modificó el nombre de este mar, al que el navegante extremeño Gaspar Gómez de Avendaño definió de la siguiente forma: «El décimo día del año de Nuestro Señor de 1497 nos encontramos unas aguas verdes y mojadas, tranquilas y apacibles. Surcarlas era como navegar sobre unas inmensas natillas, con islotes por bizcochos de soletilla.» Según la cartografía del tiempo, ése era el nombre que recibió el mar. Juan de Cosa, en su famoso mapa, así lo nombra. Pero ya en el siglo xvii, los piratas ingleses aparecieron por allí y como los ingleses nunca han sabido idiomas, leyeron y pronunciaron mal el nombre español. Al igual que dicen ‘desperado’ en vez de ‘desesperado’, cambiaron el nombre de ‘natillas’ a ‘antillas’ y así ha quedado, por el papanatismo español de aceptar tonterías extranjeras.
Antioquía
Oco fue un general que acompañó a Alejandro en su expedición hacia la India. No se llamaba así, sino que Oco era el nombre para sus amiguetes. Como fuere, era una persona con gran visión política y se adelantó a su tiempo, guardándose dineros del avituallamiento. Cuando los soldados se hartaron de comerse los arreos de sus caballos cocidos, se rebelaron contra él y formaron el grupo de los ‘antiocos’ [los que están contra Oco]. Pasaron de Alejandro y su gran empresa, desertaron y fundaron una ciudad donde se asentaron y donde a las mujeres que querían vivir allí les estaba prohibido ser viejas, ser feas o llevar ropa puesta.
Arabia Saudí
Éste es el único país del mundo que tiene el apellido de una familia: la de la casa reinante de Saud. Equivalente español podría haber sido España austríaca (lo que hubiera significado lío), España borbona (lo que es ahora). O, si queremos ceñirnos al poder efectivo, se podría hablar históricamente de Españas piymargallescas, salmerónicas, castelaras, mauras, canovosas, primoderivéricas, azañosas, franconas, suarcinas, gonzalas, aznarinas, zapaterosas, rajoyas y sánchicas.
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