Se trata de una enfermedad nueva, de un mal de nuestro tiempo, al que conviene conocer y combatir.
Alguien te ve alicaído y te pregunta:
—¿Qué te pasa? Tienes mala cara.
Y tú respondes:
—No sé. Estoy así como «chof».
Eso es el chofismo. (Hasta hace nada se le denominaba «estar con la depre»).
Ahora, unas disquisiciones pedantolingüísticas sobre el asunto.
El término ‘chofismo’ no es correcto, aunque tampoco deja de serlo, ya que indicaría «movimiento relacionado con lo chof» o «relativo a lo chof». Nos preguntamos si ‘chofería’ no sería más preciso. Puede que sí, pero entonces podría confundirse con ‘choferería’ o «arte u oficio de chofer».
‘Chofitis’ suena más médico, pero tampoco nos vale, pues indica inflamación de algo y el chof no es susceptible de hincharse.
Sin embargo, es imprescindible hallar una palabra cuanto antes, porque el número de pacientes de este mal aumenta por minutos. Uno de cada dos españoles reconoce haberse sentido chofado al menos una vez en la última semana. Y este porcentaje es mayor en daneses, suecos y finlandeses.
En espera de una cura para el mal, lo único con lo que yo puedo contribuir al asunto es con la propuesta a la Academia de la inclusión en el DRAE del verbo ‘chofarse’, en su forma reflexiva, porque no sé si sería de buen gusto que el verbo fuera transitivo y se pudiese chofar al vecino.
Tendríamos usos útiles, como en los siguientes ejemplos:
«Al ver sus notas del examen de matemáticas, Juanito se chofó.»
«Mi novia es muy alegre y no se chofa con frecuencia.»
«Como no consiga ese empleo me chofaré mucho.»
El verbo es regular y puede emplearse en los tiempos y formas verbales que más nos apetezcan.
En imperativo: «¡Anímate! No te chofes por tan poca cosa.»
En subjuntivo: «Si me chofara (o chofase) tú serías el primero en saberlo.»
En las formas más complejas del indicativo (como el pretérito anterior): «Después de que se hubo chofado, Luis se fue animando.»
La familia léxica añadiría riqueza de matices a nuestra lengua: «Es una noticia muy chofante.» «Este médico es uno de los mejores chofólogos del país.» «A Pedro le gusta estar triste: es un chofófilo redomado.»
Y no sigo con esto porque creo que a esta onomatopeya ya le hemos sacado bastante jugo y porque contemplar cómo se va deteriorando nuestra lengua es algo que a mí también me deja chof.
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