Aquí revelo, por primera vez, algunas de mis técnicas
creativas: cómo elaboro mis comedias y mis novelas. (Ya saben que tengo un
negro, Morongo, atado a la pata de una mesa, que me escribe todo lo que le
mando).
Lo primero que hago al despertarme es
decirle a mi negro:
—Escribe alguna cosa mientras me
afeito, anda —. Y yo paso al cuarto de baño.
El negro se apresura a obedecer. Para
cuando he desayunado, ya me tiene Morongo preparado un pensamiento filosófico
más que añadir a mis muchas glorias literarias. El del afeitado de esta mañana
(para incluir en una disertación metafísica que me han encargado) dice poco más
o menos lo siguiente:
Teniendo en consideración el trascendentalismo de las
funciones psicoempíricas del hombre pensante, no es arduo el adivinar la
perspectiva idónea a emplear para la exacta percepción del simbolismo
específico del ente abstracto, que funciona cognoscitivamente a nivel de
entidad epistemológica en relación inversa con el cenit de la idea pensada.
¡Qué bárbaro, eh!
Luego, me encierro en una habitación
seguido de mi nigrescente colaborador. Llevamos varios saquitos de tela. Uno de
los sacos contiene papeletas con épocas; otro tiene lugares geográficos y, el
tercero, títulos de obras literarias. Con una papeleta de cada clase,
combinadas, salen ideas estupendas.
—Veamos —digo, por ejemplo—. Y saco
tres papeletas, una de cada saco—. Me reescribes —le digo a Morongo— Macbeth,
ambientada en Grecia durante la dominación romana, el siglo iii a. de C., aproximadamente. Luego me
haces Los bandidos de Schiller, en Chicago, con Al Capone; El
médico a palos en el Egipto de Sinuhé y La verbena de la paloma
en la corte de Carlomagno. Con eso es bastante por hoy.
Morongo lo hace y ya tengo otras obras
para estrenar.
(La técnica es antigua. De la versión
de Romeo y Julieta ambientada en el Brooklyn de los años cincuenta
hicieron la película West Side Story, que genera aún una pila de dólares
mensuales en derechos de exhibición.)
Luego voy al café y hago mi circuito
diario por varios teatros para supervisar un tanto mis múltiples producciones.
En este momento, en diversos teatros
de la capital se están representando con éxito sin par varias de mis obras:
El muerto por Bruto, un drama
sobre la vida de Julio César.
Una pieza de critica social sobre los
narcotraficantes titulada La marcha de la heroína.
Una comedia hagiográfica sobre San
Luis de los franceses llamada La gorra santa.
Jugar a las damas, parodia
humorística del mundillo de los travestíes.
El hábito de Santiago,
vodevil un poco subido de tono, porque no se sabe qué hábito era el que tenía
Santiago.
Un drama rural de todo un pueblo
contra la burocracia, llamado ¡Abajo el firmante!
El moro, encantado, comedia
de costumbres, ambientada en un serrallo.
Perder el juicio, juguete
cómico sobre un manicomio en pleitos.
El pescador arrepentido,
drama religioso-ecológico, un subgénero nuevo, invención mía.
(Como puede observarse, mi negro y yo
no perdemos el tiempo.)
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