Perforaciones varias




          Si has decidido estropear tu cuerpo, hazlo con sensatez.
          Los piercings existen desde siempre; de hecho, es lo que distingue al hombre primitivo del civilizado. Ahora vuelven a estar de moda porque lo salvaje está «in» y lo civilizado «out». Marcan personalidad y pueden ser muy decorativos si no se hallan excesivamente cerca de lugares de paso de fluidos corporales y otros detritus no tan fluidos. También entrañan riesgos; por ejemplo: en una pelea callejera, el que tenga un aro en la nariz lleva siempre las de perder. Hacerse un piercing es una decisión importante y conviene asesorarse con padres y abuelos y efectuarla teniendo la máxima información.
          Tradicionalmente se perforaban las orejas de las niñas para lucir pendientes. Los hombres sólo llevaban pendientes si eran piratas, gays o piratas gays. En la actualidad un 25 % de los jóvenes se ha gastado el dinero en esta sandez. Se supone que el mérito de llevarlos está en relación directa con el dolor causado al ponerlo y el riesgo de gangrena arrostrado. O sea: que si te lo haces en un establecimiento pijo e higiénico, el piercing mola menos.
          Los lugares más solicitados son el ombligo, la parte externa de las orejas, las cejas, la nariz y los labios, aunque pueden hacerse también en la lengua, en el extremo del codo, en el cogote (ambos lados), en los pezones y en los genitales. Los que tienen forma de bolas o aros son los más comunes, aunque no es infrecuente hallarlos en forma de sacapuntas, de espumaderas o de cruz de Calatrava.
          Se emplean diversos materiales. El más utilizado es el acero quirúrgico, que no se oxida. Aquellos que recogieron chapas de cerveza del suelo de los bares y se las insertaron en el escroto tuvieron algunas complicaciones post-operatorias. El titanio y el niobio no producen alergias, pero se transforman en un veneno letal al contacto con el sudor, por lo que conviene moverse siempre lentamente, y evitar las discotecas y las diarreas. El oro y la plata son peligrosos, pues provocan muchas alergias. Además, si te arrepientes de llevarlo y quieres venderlo, no te dan casi nada. Muchas personas no toleran los piercings de plástico, aunque se ha demostrado que son los que mejor se lavan y los más baratos. Con una palangana de este material comprada en una tienda de los chinos, tienes para hacer piercings para ti y para tus amigos durante un montón de años.
          Los piercings deben hacerse con agujas, porque las pistolas no pueden desinfectarse adecuadamente. Lo mismo se aplica a las agujas de hacer punto y a los hierros para pinchos morunos.
          Los que han pasado por ello recomiendan que se efectúe sin anestesia. Se debe a que la anestesia de garrafa que compran esos establecimientos no resulta muy fiable, si hemos de creer a las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud. Además, el dolor que produce un piercing dura sólo décimas de segundo, mientras que los pinchazos de la anestesia resultan mucho más dolorosos. La anestesia, si la pides, se paga extra, lo que es una razón más para evitarla. Tampoco se recomiendan los sprays de frío: endurecen la piel y le hacen perder elasticidad, por lo que la herida acaba siendo menos uniforme.
          Para hacértelo debes escoger un lugar que te inspire confianza y, a ser posible, fijo: o sea, que esté instalado en un motocarro. Si algún amigo o conocido te recomienda un sitio, asegúrate de que no te odia en secreto. Rehuye a los piercer que trabajen a domicilio, en los vagones de metro y en los retretes de las estaciones de autobuses, ya que no ofrecen garantías higiénicas. Insiste en que te den indicaciones para la cura y entérate de qué hospital te toca, pues se han dado casos de contagio de diversos virus, como el sida y la hepatitis de todas las letras.

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