(Leyenda tomada del afamado aunque plúmbeo libro Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving, que se tituló originalmente Conjunto de cuentos y bosquejos sobre moros y españoles, hasta que un editor con buen sentido le dijo al Washington que no metiera la pata.)
Según
una leyenda de tradición oral...[1]
Según
una tradición oral (¡Así está mejor!) la Cava fue la causante de que los moros
y algún vendedor de seguros que otro invadieran la Península. Florinda —pues
así se llama la gachí en cuestión— era la hija del conde Don Julián, a quien
sus amigos y deudos llamaban Don Julián y a quien sus enemigos llamaban algo
impublicable. El tal era gobernador de la plaza de Septem (la actual ciudad de
Ceuta y un cacho del pueblo de al lado), que había luchado contra la expansión
musulmana en el norte de Mauritania (había luchado él, no la ciudad,
entendámonos).
La
joven vivía en Toledo, donde completaba su educación y se alimentaba
exclusivamente de mazapanes, lo que contribuía substancialmente al fomento de
algunas de sus redondeces más destacables. Era de una belleza abrumadora y
piloerizante y tenía por costumbre matutina bañarse desnuda por las tardes (?)
los domingos y fiestas de guardar en las riberas del Tajo, con sus amigas
(amigas suyas, no del Tajo; esto es todo una ambigüedad como un castillo y hay
que ir explicándolo todo a cada momento). El último de los reyes godos, don
Rodrigo, la vio por azar y porque era un mirón, y quedó prendado de su belleza
gorda y goda.
En
cuanto pudo, la sedujo y la hizo suya, lo cual es un eufemismo inmenso para
decir que la cogió y le... (CENSURADO).
Pronto trascendió este encuentro, porque en los países sin
televisión todo se sabe enseguida, y los lugareños comenzaron a llamar a
Florinda «la Cava», por alguna razón de la que no acabamos de enterarnos. (‘Cava’
en árabe significa «hetaira», pero no creemos que esto tenga que ver con el
origen del sobrenombre y lo achacamos simplemente a una casualidad.)
Cuando
llegó hasta Don Julián el rumor de que el rey había... (CENSURADO) a «La Cava»,
el conde decidió vengarse del que había manchado su honor y pactó con los
árabes la invasión de Hispania, incluyendo en el contrato una comisión para él
mismo, consistente en una gran remesa de torrijas recién hechas, porque las que
le hacían sus cocineros cristianos no salían tan ricas. Se alió con el caudillo
árabe Musa Ibn Nusair y ayudó a cruzar el estrecho en el 711 a las fuerzas
invasoras dirigidas por Tariq, especialmente a aquellos soldados que no sabían
nadar.
Los
musulmanes se extendieron velozmente por la península, de Lepe a Rentería,
acabando con el reinado visigodo y acabando hechos polvo, porque lo hicieron
todo quizá un poco demasiado velozmente.
Don Rodrigo
desapareció en la batalla de Guadalete (o al menos nadie le volvió a ver en
Hispania. En Francia sí, pero depilado y ganándose la vida como trovador cursi
con calzas ajustadas, por lo que eso no cuenta y es mejor que lo ignoremos en
bien del orgullo patrio).
Florinda, no pudiendo soportar la ausencia del rey que con
tanta habilidad la había... (CENSURADO), se suicidó, arrojándose de cabeza a un
río sin agua, para partirse el cráneo con las piedras. Dice la tradición que su
espectro vagó por el lugar durante años. La historia, sin embargo, con sus
sempiternas ganas de fastidiar todo lo romántico, desmiente que la Cava fuera
la causante de la invasión y culpa al materialismo histórico.
[1] ¡Esperen un momento! ¡Que no se mueva nadie!
¡Esto es una insensatez! ¿Cómo una leyenda va a ser de tradición oral?
‘Leyenda’ viene de ‘leer’, de algo que se ha leído, así es que el uso es
erróneo. Washington, ¡a ver si aprendemos a escribir!

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