Elogio de la mugre




          Cuando la comunidad científica corrobore mi teoría de que la mayor parte de las enfermedades modernas se deben al exceso de higiene que nos traemos, la gente se dedicará a quemar bañeras por las calles, como antes se quemaban tranvías en las revoluciones.
          Porque la higiene, para qué engañarse, tiene muchas menos ventajas que inconvenientes. Lo demostraré.
          1.- La higiene es aburrida. Enjabonarse el cogote, frotarse la espalda, etc. son actividades que fomentan la alienación, el pensamiento único y la aldea global, porque todos las hacemos igual. Es imposible tener una manera personal de frotarse la espalda. Ni siquiera se puede tener una forma nacional de hacerlo. Sin ellas, copiaremos la manera en que se frotan la espalda los americanos y perderemos nuestra idiosincrasia. Además, son actividades repetitivas, excluyentes (pues no pueden hacer nada más mientras te estás cortando las uñas, por ejemplo) y totalmente carentes de sentido poético. Busquen las palabras ‘restregar, ‘fregoteo’, ‘bastoncillos para los oídos’ o ‘piedra pómez’ en los poemas de los más gloriosos vates de la humanidad y ya verán como no las encuentran.
          2.-La higiene es inútil a la larga. Porque la mugre es contumaz: vuelve siempre; aunque la destierres de tu persona, te añora y regresa. Y lo hace antes de lo que se esperaba. No sólo eso, sino que la mugre es más lista que la higiene y por eso sabe muchos escondites especiales donde la otra no la encuentra (ya saben dónde digo: entre los dedos de los pies, etc.) Finalmente, si el propósito de la higiene es servir de profilaxis y mantenernos sanos, no tiene mucho éxito, porque al fin y a la postre una u otra enfermedad acaba por pillarnos y nos morimos. O al menos eso es lo que dice la estadística.
          3.- La higiene es siempre un gasto añadido a los otros y no de los menores. Se han hecho cálculos y se sabe que, durante su vida adulta, un occidental medio gasta jabón suficiente para llenar el salón de plenos de un ayuntamiento, pasta de dientes como para encalar la fachada posterior del monasterio de El Escorial, hilo dental como para atar cuatro mil globos y seis cometas y champú como para lubricar todos los coitos anuales de Costa de Marfil y parte de Botswana. Esto supone un dinero.
          4.- La higiene no es ecológica. No me refiero sólo a los jabones que van a parar a los ríos, sino a otros hechos; por ejemplo: la elaboración de cremas antiarrugas está acabando con la población de cachalotes del Atlántico Norte, porque es de ahí de donde se saca.
          5.- La higiene fomenta la violencia. En los pisos céntricos alquilados a inmigrantes conviven docenas de personas en pocos metros cuadrados. Resuelven su situación cocinando en perolas más grandes y durmiendo más apretados; hasta ahí todo va bien. Pero la visita al cuarto de baño provoca muchas puñaladas para saltarse las colas. Los fabricantes de jabones sobornan a los periódicos para que oculten estas noticias.
          6.- La higiene es un concepto subjetivo. Por ejemplo, una ama de casa dirá que su cocina está sucia su ve cucarachas en ella, aunque estos simpáticos animalitos portan muchos menos gérmenes que cualquier otro. Con el cuerpo pasa igual.
          7.- La higiene te hace perder un tiempo valioso. O, dicho de otra manera: para lavarse bien hay que madrugar más. No se me ocurre mayor crueldad que infligir a un semejante que forzarle directa o indirectamente a que madrugue más. Y, puestos a madrugar, me vienen a la cabeza otras maneras mucho más agradables de emplear ese tiempo. Si ustedes no se las imaginan, díganmelo y yo les instruiré debidamente.
          8.- La higiene es atea y poco respetuosa con los dones del Creador. Sí, el cerumen de los oídos, la pelusa que se acumula en el ombligo, los siempre denostados pero fisiológicamente necesarios mocos son parte de la Creación y han sido puestos ahí por una Providencia que sabe más que nosotros, pobres mortales.
          Visto esto, yo me pregunto: ¿por qué nos hemos de lavar? ¿Para que ganen más dinero las multinacionales fabricantes de artículos de tocador? Eso me parece una abyecta manipulación del individuo, por lo que os exhorto, ¡oh, lectores!, a una sana abstención en este tema.
          ¡Quememos las bañeras! ¡Muerte al jabón!

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