Otro soneto más a Filis



(Atribuido a Góngora, pero ern realidad escrito por un servidor de ustedes.)

(ACLARACIÓN NECESARIA.—Filis no es nadie. Bueno, sí: era una hija de Licurgo que se casó con Demofonte, pero de esta señorita en realidad no se acuerda casi nadie. En el contexto barroco, Filis es sólo el nombre de una mujer entre imaginaria e hipotética a la que dedicar versos empalagosos. Si alguien ha visto el retrato de Góngora —admirablemente pintado por Velázquez, empleando únicamente la mano izquierda— se dará cuenta de que, con aquella cara, el poeta no podía tener amadas de carne y hueso.)

Con leve risa del egregio coro,
luciente enigma del purpúreo suelo,
símbolo insigne de áureo terciopelo,
azucena es de luz, mirto es de oro.

Centella de potencia, hercúleo toro
que, embriagado de sol, con alto anhelo,
relipidante azul, sueño del cielo
y de los dioses el venir sonoro.

Pálido acento que, vertiginoso,
la cuna atisba de sus esplendores
de la suprema ciencia coronada.

Luciente el rayo del amor undoso,
su determinación en sus primores
convierte en luz, en fuego, en todo, en nada.

(En su lecho de muerte, el egregio poeta cordobés confesó que, cuando escribió este poema, no tenía ni la menor idea de lo que estaba diciendo.)

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