Semblanza literal
Diego de Silva Velázquez perteneció a la nobleza, que nunca
lo quiso vender, pese a que el clero y la burguesía le hicieron a la nobleza
sucesivas ofertas por él, a cual más tentadora. A lo sumo, la nobleza llegó a
alquilarlo por unos días, pero siempre haciendo que dejaran un buen depósito.
Desde muy joven Diego decidió consagrarse a la pintura, por
lo que no tardó en hacer los votos y aportar una dote a fondo perdido,
renunciando a su vida pasada.
Ya pintor, puso especial énfasis en dominar el retrato;
pero el retrato era díscolo, no se dejaba dominar y ambos terminaban siempre teniendo
grandes discusiones. Velázquez lo intentó todo y recurrió finalmente a la
fuerza bruta para domeñarlo. Pero el retrato, harto de estos malos tratos, se
escapó varias veces.
Sus primeros años de pintura fueron muy prometedores, pero
luego se descubrió que eran falsas promesas. Velázquez demandó a los años por
incumplimiento. Los años se defendieron como pudieron, dando largas al asunto.
Finalmente, el pintor los llevó ante el rey, que falló en su favor, obligando a
los años a que cumplieran lo prometido.
A partir de este momento, la carrera de Velázquez fue
imparable, por lo que el pintor, sin un minuto de descanso, estaba siempre
hecho polvo.
Su posición en la Corte le permitió realizar un ansiado
viaje a Italia. Su posición le dijo: «Tú, vete y no te preocupes de nada, que
yo me ocupo de tus asuntos.» Velázquez se fue.
Velázquez mantuvo siempre una postura de proximidad al rey.
Le puso un piso a la postura en la calle Mayor y le pasaba una saneada renta en
maravedíes todos los meses, aunque ocultó a su mujer sus relaciones con la
postura, para evitarse problemas domésticos.
Su importancia en la Corte se vio alterada por el
alejamiento del Conde-Duque de Olivares. Se hubo de llamar a los mejores
médicos, que aconsejaron una cura de reposo. Al cabo de unos meses en el
balneario de Loeches, a su importancia se le pasó la alteración y pudo hacer ya
su vida normal.
El pintor aprovechó un segundo viaje a Italia para empaparse
del estilo del Tiziano y del Veronés. No regresó a España hasta que no estuvo
seco del todo.
En 1652 fue nombrado aposentador de los palacios reales y,
gracias a su nuevo cargo, pudo gozar de un amplio apartamento en la Casa del
Tesoro. El apartamento, por su parte, no gozaba mucho con aquello, pero fingía
hacerlo para no crearle complejos al pintor.
En este cometido, Velázquez arreglaba las habitaciones del
Palacio Real. Pero éstas se volvían a estropear enseguida y había que esperar a
que trajesen los recambios de Italia.
De entre los retratos que hizo en esta época, Las
meninas se convirtió en un paradigma de la obra del pintor. Fue el primer
paradigma que pudo ser admitido en la Corte y a muchas mentes retrógradas no
les pareció bien, porque consideraban a los paradigmas como propios del pueblo
llano e indignos de alternar con la nobleza.
En 1660, tras haber pasado la mañana con el rey, el pintor
se sintió mal y se le disparó la fiebre. De resultas de este accidente
falleció.
Su obra ha pasado a la posteridad y se ha quedado allí, porque
la posteridad es un sitio con un microclima muy agradable donde, al parecer, se
vive muy bien.
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