¡Que vergüenza, señores! Porque resulta que el domingo
pasado me fui al Rastro de Madrid a comprarme un periquito que me hiciera
compañía y vi allí en el suelo de una calle de las que suben una arqueta llena
de papeles amarillentos que se vendía barata. La curiosidad me picó, los hojeé
y vi que la arqueta había pertenecido a don Ramón Menéndez Pidal y estaba llena
de tesoros literarios y de una colección de postales iluminadas que no voy a
decir qué mostraban.
Compré la arqueta y estoy encontrando
en ella cosas increíbles que trastocan muchas de las cosas que nos enseñaron en
el colegio, en la clase de literatura.
Por ejemplo: siempre se ha dicho que
el Auto de los Reyes Magos es la primera composición teatral en
castellano, que hasta el Renacimiento no se empezó a hacer teatro en serio y
que ya, luego, Lope y compañía asentaron las bases del teatro nacional.
¡Miau!
Miau, digo, porque entre aquellos papeles está el inicio de
una obra teatral que, por el estilo de la lengua usado (y también por el tufo
que despide), es muy anterior y debe de ser la abuela de nuestro teatro
nacional. Se titula Los fueros de Jaca y, por si hay alguna duda sobre
su datación, incluye al principio un verso de Pedro Abad, el mismísimo copista
del Poema de Mío Cid, lo que indica que la obra (o los fragmentos de
ella que han podido rescatarse) es anterior al siglo xi. ¡¡¡Trescientos o cuatrocientos años anterior a lo que se
supone que es el inicio del teatro!!!
Dice el verso:
Tras que ovo traduçido
el Pero Abat nueso Çid
e del xugo de la vyd
un vasso se ovo servido
dixo: «No es byen que dormido
passe el dya en una hamaca
e finque gordo, qual vaca.
Façeré cossa notoria
dando al papel otra estoria:
la de los fueros de Xaca.»
De la obra sólo he hallado un fragmento de la primera
escena, que se inicia cuando un pregonero transmite al pueblo un edicto real en
la plaza pública de Jaca. De lo que dice colegimos que el argumento es
picaresco, pues trata de sexo y tal.
PREGONERO
Oyan vuesas merçedes lo que Su Maxestat
el rrey Sanxo Ramires nos da a la
çibtat.
Oy redactó de fueros una barbaridat
para facer xustiçia. Muy atentos
me estat.
Diz’ que el dya fermoso de aqueste
mes de abryl
que pertenesçe todo a aqueste anno
gentil
setesçientos e siete, va a dar
fuero çivil
que complirse há, so pena de
sofrir alguaçil.
Aquel que a otro robare, prysión
ha de catar,
diz’ que el embaucador non se
havrá de salvar
e que los malos fueros avránse de
quemar;
por ende oyd atentos e dexarme
fablar.
Diz’ que sy a la donçella desonrra
le oviesse
en tres dyas, non mas, al rrey
gelo dixiesse;
si mas de tres xornadas passar se
permitiesse
a otra villa o poblado a protestar
se fuesse.
Porque sy acaba el plaço el rrey
non ha de oyr
sobre aquest’ tema nada que
venganle a deçir
e sy el desonrrador conseguiesse
fuyr
tras tres dyas el rrey non le ha
de perseguir.
Diz’ el rrey, mi sennor, que otros
fueros fará,
que ansí como acabasse los
comunicará.
Aquel que los respete muncho onor
medrará
e el que los desoiese maçmorra
catará.
Como ven, se puede anticipar el argumento: alguien se
beneficia a una doncella y la trama argumental gira en torno al problema de
cómo contárselo al rey antes de que pasen tres días y el delito prescriba. Se
prevé un elemento de humor, basado en el límite temporal de la ley, por lo que
los innumerables críticos que han afirmado que el Arcipreste de Hita (s. xiii) fue nuestro primer humorista, han
quedado de pena.
Pues bien: me fui al Ministerio de
Cultura (porque en la Academia de la Lengua llamé y no me abrieron: quizá no
había nadie dentro), conté lo de mi descubrimiento y me dijeron...
¡Qué difícil es aceptar esto!
... me dijeron que sí, que ya lo
sabían, que hallazgos como el mío eran muy comunes y que había muchas otras
cosas por el mismo estilo: obras recientemente halladas y que revolucionarían
el saber. Pero que hablar de ellas significaría reestructurar los planes de
estudio y los temarios de los colegios y que, visto el éxito de sus últimos
cambios en los sistemas educativos, no estaban por la labor.
Tuvieron la desfachatez de ofrecerme
dinero para que me callara y ocultara mi descubrimiento. Pero yo no me callo y
aquí dejo escrita la verdad. (La verdad es que me ofrecieron bien poco.)
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