Nauseabunda semblanza de una egregia
Sí, por ella precisamente se popularizó el dicho de «Pardo
y con bigotes». Doña Emilia, condesa de Pardo Bazán, nació en el siglo xix, un día que llovía.
Después de
estudiar allí, se casó con aquel y se fue a vivir allá.
Pronto su
incipiente bigote se convirtió en un obstáculo en su vida marital. Su esposo se
subscribió a la Gaceta del agricultor aburrido y se pasaba las tardes
enfrascado en su lectura y sin atender a su prójima.
Esta, contrariada, en palabras de Llopis: «...se hacía
chocolate y se imaginaba que era escritora». Cfr. Jorge Llopis: Las
mil peores poesías de la lengua castellana, Espuela de Plata,
Sevilla, 2004, pág. 47 (y si la cita no está exactamente en esta página, estará
en otra parecida; ustedes busquen bien).
De vuelta a su Galicia natal, mandó comprar un montón de
sillas de enea y cambió las cortinas de su casa solariega.
Demostró su desconocimiento de los gustos de los lectores
publicando su Estudio crítico de las obras de padre Feijoo.
En 1874 ya estaba como una vaca.
En 1879 escribió su primera novela, que envió a la Revista
de España, que no le había hecho nada ni se había metido nunca con ella,
como para justificar tamaño ataque. La obra, titulada Autobiografía de un
estudiante de medicina, contaba en primera persona la vida de un estudiante
que quería ser médico. En ella abundaban las descripciones de la vida de los
alumnos en la Facultad de Medicina, las clases de medicina que recibían los
estudiantes y las vicisitudes de los futuros médicos mientras realizaban sus
estudios sobre la materia médica, amén de otros detalles sobre la vida
estudiantil en aquella facultad.
Su estilo podría definirse bien como realismo imaginativo,
bien como imaginación realista o bien como ni una cosa ni la otra.
El tratamiento de los personajes no era su fuerte.
Describía a un criado «graciosísimo y muy salado, que siempre estaba contando
chascarrillos y haciendo bromas» y a lo largo de novecientas páginas no le
vemos hacer ni decir nada que tenga un lejano parecido con la gracia.
Los rosarios rezados en la catedral sí están muy bien
descritos.
A la Pardo
le hubiera gustado estar bajo el influjo de Émile Zola, que era lo que se
estilaba entonces; pero el carácter disoluto del francés atentaba contra el
recio puritanismo de la doña y, por ello, no estuvo bajo su influjo.
Su mejor
novela, sin duda alguna: Insolación y morriña, de 1889.
Se pagaba
sus ediciones. Ventaja de ser condesa y rica.
En 1891
tapizó los sillones de su salón.
Al año
siguiente volvió a cambiar las cortinas.
Publicó
otros libros: Cuentos de Marineda, Cuentos sacro-profanos, Cuentos de Navidad,
Cuentos de Reyes, Cuentos trágicos... Desde 1902 vivió del cuento.
Absolutamente
todas sus obras están ambientadas en su pueblo, en su terruño querido. Lo que
le ha valido, no sabemos cómo, el título de «novelista universal».
Emilia Pardo
Bazán cambió por completo el rumbo de la novela española del siglo xix, de eso no cabe la menor duda. Lo
que no se suele decir es que la dejó bastante peor encaminada de lo que estaba.
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