El limón es un regalo que nos hace la naturaleza, para
compensarnos de otros de sus dones, como el cáncer de colon o la picadura de
los escorpiones malayos. Aparte de sus usos gastronómicos y cosméticos, se ha
usado como medicina a lo largo de los siglos y como estimulante sexual, aunque
éste último uso ha demostrado ser del todo inútil.
Las propiedades terapéuticas del limón son muchas y están
fuera de toda duda. Por ejemplo: el agua de limón, tomada fresquita, cura
radicalmente la enfermedad de la sed y mitiga la deshidratación. Todo depende
de la dosis. Su consumo produce efectos secundarios mínimos: sólo te mata unos
cuantos millones de hematíes por gota consumida, pero algún inconveniente tenía
que tener la cosa.
El limón aporta al cuerpo ácido cítrico, potasio, hierro,
calcio y vitaminas de varias letras. Actúa como purificador de la sangre y le
echa una mano al cuerpo en su labor de eliminar toxinas. Pero quizá su punto
más fuerte sea el de medicamento preventivo. Si chupamos limones al paso de una
banda de música, los que tocan la trompeta no pueden molestarnos con sus
desafinamientos.
El limón refuerza el sistema inmunológico y alguna de las
tesis de Popper. ¿Cómo se las apaña para hacerlo? Pues debido a sus propiedades
antibacterianas, antivíricas y retrofíricas. Alivia los síntomas de las
infecciones e impide su avance, por lo que resulta conveniente exprimirse
limones en los dedos amputados y en las heridas de bala en el bajo vientre.
También se recomienda para gripes y catarros, como miles de tantos otros remedios
caseros que no sirven absolutamente para nada. Pero recetar algo para el
catarro es una medida que no entraña peligro. Como sabemos que el catarro no se
iba a curar de ninguna forma, no confiamos demasiado en el remedio y no nos
frustramos casi nada al ver sus nulos efectos.
Es antiséptico, por lo que conviene echarlo a litros en las
fosas sépticas, para combatir el mal olor de las mismas. Sirve, además,
perfectamente para desinfectar cortes, heridas y picaduras de avispas, así como
erupciones, aunque habremos de suportar su escozor sin proferir palabras
malsonantes. Es el mejor remedio para llagas en la boca y en tejidos blandos,
especialmente exprimido sobre unas ostras, acompañadas de un buen ribeiro.
Resulta especialmente efectivo en el tratamiento de las hemorroides (me dicen,
aunque yo no he tenido el valor de comprobarlo personalmente).
El zumo de limón es beneficioso para pacientes con
dolencias del corazón y enfermedades cardiovasculares. ¿Por qué? Porque todo el
tiempo que empleas en tomar «Trinaranjus» y otras limonadas es tiempo que no
estás fumando, que es lo que de verdad perjudica al corazón.
Los problemas circulatorios también mejoran. Si en vez de
ir en coche al trabajo, te vas en Metro, chupando un caramelo de limón, los
problemas circulatorios se reducen drásticamente.
Ayuda a combatir a los reumatismos. Tras su ataque, los
reumatismos se baten en retirada y firman un acuerdo de paz por el que se
comprometen a no volver a atacar. Su efecto sobre el organismo es alcalino, lo
que no sabemos muy bien lo que significa.
El limón estimula el flujo de la saliva y de los jugos
gástricos, por lo que es un gran agente digestivo. Destruye las lombrices
intestinales de un modo que no es para descrito, reduce los gases estomacales y
te espasmoda (vamos que te produce un efecto antiespasmódico. ¿Qué les
parece este verbo que acabo de inventar? ‘Espasmodar’... ¡Qué bonito!) También
te desdispeptiza y te desestriñe.
Tiene otros usos. Su zumo es excelente para limpiar y
fortalecer uñas y cutículas, así como para untarlo sobre nuestros zapatos y que
éstos repelan a los gatos callejeros. Si estrujamos hojas del limonero y
frotamos con ellas nuestra piel o ropa, el olor perdurará durante horas y todo
el mundo pensará que venimos de comernos una mariscada. Esta fragancia tiene un
efecto relajante sobre el sistema nervioso, a diferencia de lo que se sucede si
te frotas con hojas del naranjo, cuyos efluvios te ponen a cien.
Hay varios modos de uso. Podemos ingerir su zumo, con mayor
o menor proporción de agua tibia, emplearlo para hacer gárgaras o aplicárnoslo
directamente. También podemos comernos el limón a mordiscos o, mejor aún,
tragárnoslo entero: de este modo sus efectos se prolongan durante más tiempo.
Para extraer el máximo zumo de un limón hay varios
procedimientos eficaces. Los limones a temperatura ambiente producen más zumo
que los refrigerados. Antes de exprimir, conviene hacerlos rodar en la palma de
la mano. Si lo ponemos durante unos segundos al microondas, conseguiremos
sacarle más líquido. Si los ponemos durante muchos más segundos, saldrá todavía
más líquido, pero en direcciones indeseadas. Otro sistema de conseguir más zumo
es decirles cosas agradables a los limones durante, digamos, un cuarto de hora,
para que se ablanden. También podemos hacer trampa, exprimir dos limones y
convencernos de que sólo hemos exprimido uno y que éste tenía mucho zumo. Esto
lo dejamos al arbitrio del caballero o señora exprimidor.
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