¿Qué demontres son los clásicos?




REFLEXIÓN BREVE (PORQUE  HOY ESTAMOS PEREZOSOS)

Muchas generaciones de adolescentes, impelidos por el ansia de saber, han interrumpido su magreo con novias y novios, se han salido de los bares y discotecas por la puerta de atrás y, en medio de un frío callejón lleno de basura, se han hecho esta misma pregunta, que obsesiona a nuestro mundo. Pero no han obtenido una respuesta satisfactoria. Es hora ya, pues, de que alguien concrete.
          Como es costumbre en los escritos académicos y eruditos en general, cuando no se sabe qué decir, se comienza haciendo un resumen de lo que han dicho los demás sobre el tema en cuestión.
Eso haremos.
En lo relativo a la esencia y origen de los clásicos han sido varios los grupos de opinión.
          Están los que dicen que se entiende por «clásico» a todo autor que dedica una parte substancial de su existencia a posar para estatua marmórea, medallón de estuco para edificio público, litografía en madera para libro de texto, etc. Según este criterio, un clásico es, por definición, un «retratado». Si tu imagen no está por ahí, no eres clásico.
          Otro sector de opinión define al clásico como aquel autor experto en la concatenación de palabras incoherentes y soporíferas, aparentemente llenas de sentido, pero en realidad vacuas cual promesa electoral. Como es muy difícil juntar palabras que no digan nada, esta actividad se supone complicada y entraña un mérito innegable que se recompensa con inserción perpetua en antologías subvencionadas.
          La escuela sintética resume al clásico en una sola palabra, ejercicio supremo de habilidad resumidora. La palabra, en cuestión, no es otra sino «pelmazo» y a ellos se han dedicado muchos libros como éste que tienes en tus manos, sin ir más lejos.
          «Azorín», en su infinita sabiduría, explicó en verdaderas cataratas de prosa repartidas en varios libros lo que eran los clásicos. Como la lectura de este autor conlleva un alto grado de sopor, no se sabe con certeza lo que pensaba «Azorín» al respecto.
          El materialismo predominante en nuestra sociedad lleva a algunos a definir a los clásicos como «aquellos escritores tan antiguos a los que, si representas su obras o publicas sus libros, ya no tienes que pagarles derechos de autor».
          Noam Chomsky, que no sabemos que tocara ningún pito en este asunto, no se priva tampoco de definirlo. Y afirma que un clásico es «The quick brown fox jumped over the lazy dog».
Un libro maravilloso define a los clásicos como «autores de esas obras que nadie se atreve a reconocer que no han leído.» Esta inusitada sinceridad es la que me hace preferir tal libro al diccionario de la RAE o el de María Moliner. Se trata del Diccionario enciclopédico ilustrado abreviado sintético-coloquial y etimológico-lingüístico de dudas, expresiones y locuciones típicas del argot lexicológico verbal del castellano hablado y escrito por hispanoparlantes.

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