Homenaje a Pepe Viyuela

 



Discurso que pronuncié en un acto en su honor.

 

Señoras y caballeros,

señores y caballeras

(se impondrán estas maneras

en los tiempos venideros),

damas, damos, asistentes,

asistentas, invitados,

invitadas, allegados

y allegadas (¡cuántas gentes!).

 

Estamos aquí reunidas

y reunidos... (hoy no acabo,

porque me he vuelto un esclavo

de estas normas tan suicidas).

Estamos (como ya he dicho)

aquí para celebrar

que se pretende otorgar

a Viyuela (¡ya es capricho!)

un galardón que consiste

en un cuco abaniquito

para darse aire fresquito.

Esto es verdad. No es un chiste

ni un engaño ni una broma:

tan sólo un hábito raro.

¡Ah! Y como el papel no es caro,

también le dan un diploma.

 

Lo entrega una Asociación

que se dedica a este fin

y se llama «Versos Pin-

tados del Café Gijón».

Esta distinción honrosa

se da al hijo de vecino

—masculino o femenino—

que destaca en cualquier cosa.

Aunque también ha pasado

que en más de alguna ocasión

se ha entregado el galardón

a un familiar del jurado,

a los primos, a los yernos...

En fin: son hechos comunes

que pasan todos los lunes.

No tienen que sorprendernos.

En esta ocasión el premio

va a Pepe Viyuela, actor

que nos parece el mejor

de ese gremio tan bohemio.

Y le han encargado a menda

hacer su breve semblanza

y un discurso en su alabanza

a la hora de la merienda.

Yo procuraré acertar

en lo que voy a ir diciendo

para elogiarle, advirtiendo

que lo hago sin cobrar.

Como cuanto antes empiece

antes finalizaré,

comenzaré ya a dar fe

 

de por qué el premio merece.

 

Que aquí, don Pepe Viyuela

es un cómico excelente

es un hecho tan patente

que se enseña hasta en la escuela.

Y pues no hay quien le aventaje

—que dicen en el Tenorio—,

me resulta obligatorio

darle un verso de homenaje;

¿qué menos?, pues considero

que no hay parné ni hay regalo,

ya que es un momento malo

que nos pilla sin dinero.

Así, para compensar,

diré sus logros a cientos:

¡que sepan los cuatro vientos

por qué se le ha de admirar!

 

No me negará la gente

que tiene cómica vis

como de aquí hasta París

y que la usa sabiamente.

Es un hombre tan versátil,

tanto te puede enseñar

que se le ha de comparar

con una RESAD portátil.

Cuando hace de Filemón,

de Sebastián o de Chema

su comicidad extrema

se merece una ovación.

 

Este señor tan simpático

como histrión es una mina,

ya que del todo domina

lo cómico y lo dramático.

Y si se le añade a eso

que es un encanto de hombre,

no creo que a nadie asombre

que hable de él con embeleso.

 

Como siempre hay invitados

que han venido sin saber

a qué actor iban a ver

—porque los hay despistados

que van haciendo en ridículo—,

de Viyuela me consagro

a contar vida y milagro

en un rimado currículo.

 

Pepe Viyuela nació...

(pues si no hubiera nacido,

no sería conocido

aquí, vamos, digo yo).

Nació (como dije antes)

en una ciudad de España

que tiene una rima extraña

si rimas en consonantes.

En Logroño. Y fue en el año

mil novecientos sesenta

y tres. (Esto es lo que cuenta

la Wiki, si no me engaño).

Estudió Filosofía,

 

pero al darse cuenta pronto

de que estaba haciendo el tonto,

pasó al reino de Talía.

Fue a estudiar Arte Dramático,

pero acabó de humorista,

hecho que nos da la pista

de que el drama es antipático

y es mucho más preferible

hacer reír que llorar

y que al mundo hay que alegrar

siempre que sea posible.

De su carrera al inicio

hizo un sketch memorable

con una silla plegable

que le sacaba de quicio.

Y tras un número mudo

con una cruel escalera,

rompió a hablar, mostrando que era

un actor morrocotudo.

Aunque saltó al celuloide,

no se dio ningún morrón,

pues fue siempre su actuación

del humor un alcaloide.

Escuela de seducción

es la «peli» que me sé;

La gran aventura de

Mortadelo y Filemón

es otro film muy distinto;

hizo Marcelino, Tierra

y otra «peli» muy gamberra:

El milagro de P. Tinto.

 

Di que sí, García y García

y otras más que no recuerdo

(porque soy bastante lerdo)

cierran su filmografía.

 

Luego en el dólar se monta

con variados personajes

trabajando en mil rodajes

dentro de la caja tonta.

Pero yo afirmo y pronuncio

—porque decirlo es lo justo—

que ha tenido el muy buen gusto

de no hacer ningún anuncio.

 

Cuando en teatro se mete

—por mostrar su ubicuidad

al par que su calidad—

se multiplica por siete

y aparece por doquier

en todo tipo de piezas,

donde enseña sus destrezas,

su talento y buen hacer.

 

Otra importante faceta

de Pepe es que es escritor

y lo hace mucho mejor

que cualquier premio Planeta.

Ha escrito más de un volumen

llenos de párrafos bellos.

Hablaré un poco de ellos.

 

Vamos: les haré un resumen.

Bestiario del circo glosa

con profundos comentarios

oficios circenses varios

en su poética prosa.

Y luego tiene en su haber

literario algún poemario;

por ejemplo: Silenciario

o Y amarte sin saber

o La luz de la memoria

o Las letras de tu nombre;

así es que nadie se asombre

de que gane fama y gloria.

 

Estas estrofas postreras

para ir ya finiquitando,

diré que es miembro (con mando)

en «Payasos sin Fronteras»

(una ONG que se emperra

en exportar risa y arte)

y que también tiene parte

en «Amigos de la Tierra»

y algunas más, doce o trece,

porque es todo corazón

y se entrega con pasión

si la causa lo merece.

 

Acabaré mi repaso

de este artístico coloso

diciendo que está orgulloso

de su oficio de payaso;

 

que cree que dar alegría

a la gente es lo mejor

que puede hacer un señor

y que esa es su teología.

 

Y ya, como colofón,

para no meter la pata

con tan larga perorata

(que ha resultado un tostón),

tras cantar las maravillas

de este artista en su apogeo,

diré lo que le deseo

en algunas redondillas.

 

Nunca tengas tarde mala

ni te equivoques de pie

ni te falle la claqué

ni esté vacía la sala;

que todos —ya desde el crítico

hasta los del gallinero—

te comparen con Rodero

o cualquier otro actor mítico;

que vivas cientos de años

sin que se te arrugue el cutis;

que te ovacionen los mutis

los públicos más huraños;

que la diñe de un infarto

quien te critique, envidioso;

que seas siempre famoso

y cabeza de reparto;

 

que la prensa nacional

te dé favorable voto

y que publique tu foto

a tamaño natural;

que conocido te halles

aquí y en otras naciones

y que tus fans en legiones

te persigan por las calles;

que hagas llorar, cual cebollas;

que hagas reír, cual cosquillas

y en tu casa hasta las sillas

estén cubiertas de «Goyas»;

que «Oscars» ganes, tres o cuatro,

por tu arte sin igual

y que, como gran final,

pongan tu nombre a un teatro.

 

 

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