En torno a los champús, los champúes y los champuses



          Cuento una experiencia mía para enseñanza y aprovechamiento de todos aquellos que tengan la singular ocurrencia de querer comprarse un champú.

Entré una vez en un hipermercado para agenciarme una botella... (pero ya no son botellas), un frasco... (pero tampoco son ya frascos), bueno: un recipiente de champú.

          Ahí empezó mi dilema.

          Porque, dentro de una marca que me inspiraba confianza (ya que si se podían gastar tanto dinero en publicidad era porque les iba bien), encontré una variedad denominada Men

          Estaba a punto de cogerla (porque yo cualifico como Men, o como Man, en singular, para ser precisos), cuando vi otra variedad de la misma marca, llamada ésta Citrus fresh. Esto me gustó más, pues sería agradable tener aroma de cítrico fresco en el pelo.

          Claro que, Citrus fresh no ponía que fuera para Men, con lo que me asustó la idea de oler a metrosexual o cosa parecida. Porque el que sean dos variedades distintas es un hecho excluyente: el cítrico no es de hombres y, si eliges al hombre, te quedas sin cítrico.

          Pero es que había más: otra variedad (siempre dentro de la misma marca), denominada Limpio y controlado. O sea, que el cítrico no era limpio. Éste, en cambio, sí lo era.

          Otra más indicaba: Suave, sedoso e hidratante. A estas alturas yo ya me maravillaba de la técnica que permite elaborar un producto de tales características y no de las otras.

          Una variedad más indicaba Sensitive. Esto sonaba más a lo de cítrico (quiero decir, no para Men).

          Volumen extra era la promesa de todavía otra variedad del mismo fabricante de champú. Y me dije: ¿no podría hacerse un champú personalizado, como las pizzas en las que eliges los ingredientes, donde pudieras tener volumen extra, ser algo sensitivo (no mucho), llegar a lo hidratante sin necesidad de ser sedoso (por si no te gusta ser sedoso) u optar por lo fresco y cítrico, y que fuera también para hombres?

          Pero había más modalidades:

          Relajante. Lo cual era algo a añadir.

          Mentol. De esta variedad podría prescindir, me dije.

          Dos en uno. Esto ya colmaba el vaso de mi paciencia. Dos en uno, sí, pero ¿qué dos? ¿El sedoso y el Men? ¿El cítrico y el controlado? ¿El volumen extra y el relajante? ¿O una mezcla de otras dos cosas ignotas aún?

          Otra variedad del mismo producto prometía ser Anticaspa.

          Y otra más aseguraba ser Anticaspa + acondicionador.

          Tras tres cuartos de hora de indecisión me marché de allí, no sin llevarme antes una pastilla de jabón Lagarto, de las de toda la vida, que te quema el pelo como si fuera napalm pero que, al menos, no te produce dolor de cabeza.

          Y esto es lo que yo recomiendo a los lectores.

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