Freud: el complejo de Edipo al alcance de todos




Explicación de una de esas cosas que todo el mundo parece saber sin haber leído nunca ni una sola palabra sobre ellas


Un domingo que llovía a mares, el neurólogo, psicólogo y psicoanalólogo judiaustriaco Sigmund Freud, por no poder llevar a cabo la excursión que tenía planeada y para la que tenía ya dispuestos los bocadillos, dedicó la tarde a desarrollar el denominado «conflicto edípico» de la psicología, consistente en el deseo inconsciente de matar al padre, debido a que hay padres verdaderamente inaguantables. (Lo de cohabitar luego con la madre es sólo un corolario de la teoría, un subproducto del proceso, un efecto secundario, por así decirlo.) A todo esto Freud lo denominó Kernkonflikte, que es la palabra alemana para el término castellano ‘follón de mil diablos’.
Veamos en qué consiste la cosa.

El complejo de Edipo
          La mítica y algo rechoncha persona del rey Edipo de Tebas ha ido atrayendo motivos legendarios, constituyéndose en la figura central del ciclo tebano y en uno de los instrumentos más rentables para los proverbiales psicólogos de orillas del Río de la Plata. Proveeremos aquí a nuestros curiosos lectores de algunos datos también curiosos sobre ese fenómeno conocido como «complejo de Edipo», que consiste primordialmente en el reconocimiento —tácito o explícito— de que las croquetas que hace tu madre son mucho mejores que las que hace tu mujer.
          El argumento del mito es sencillo y lo contaremos en un reducido lapso de tiempo (vulgo periquete). Layo abandona a su hijo Edipo, habido con Yocasta. Pólibo y Mérope crían a Edipo, que mata a Layo, se casa con Yocasta y tiene a Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene. Pero Tiresias acusa a Edipo. Yocasta se ahorca. Edipo se arranca los ojos. Creonte le destierra. Edipo se va a vivir con Teseo y, a partir de ahí, ya no nos metemos en averiguaciones de qué es lo que hacen los dos.
          Esta historia no parece estar muy clara. Para explicarla se escribió un poema épico en doce cantos, llamado la Edipoia, que, por fortuna, se ha perdido, con lo que los críticos y estudiosos nos hemos evitado tenerlo que leer.
          Numerosos autores escribieron obras con versos más o menos ripiosos sobre edipismo; entre ellos se cuentan Esquilo, Eurípides, Aqueo de Eretria, Xénocles de no sabemos dónde, Nicómaco y Séneca, padre clásico del robo de argumentos, actividad en la que el poeta cordobés se especializo impunemente. También aparece Edipo en alguna que otra comedia de las de Alfonso Paso, pero sólo como personaje secundario.
          Las dos grandes obras del ciclo son Edipo rey (estrenada en el 428 a.C., dos días antes del Sábado de Gloria), donde se cuenta la pelierizante tragedia, y Edipo en Colono, (406 a.C.), que relata unas vacaciones que el rey se tomó antes de que empezara la jarana y durante las cuales ligó bastante, según aseguran los que han estudiado el asunto a fondo.
          Las adaptaciones del tema proliferaron como hongos. Según una versión, Edipo sobrevive a sus hijos, lo que se relata en la famosa pieza Siete contra Tebas, que tuvo gran éxito en su momento y con la que siglos más tarde hicieron una película de vaqueros en la que salía Lee Marvin. También es muy conocida la ópera Oedipe à Colone, en la que el pasaje en el que Edipo se saca los ojos consiste en un concertante a cuatro voces que dura veintiún minutos de reloj y que hace generalmente que el público se impaciente y le pida a gritos al tenor que se dé prisa y se ciegue de una vez para que la trama pueda continuar. Hay también una versión del egregio vate gaditano don José María Pemán en la que intenta salvaguardar la moral del nacional-catolicismo, por lo que Edipo ni se enamora de su madre ni mucho menos se casa con ella, lo que resulta mucho más decente, pero que hace que la historia acabe por no entenderse en absoluto.
          Esperamos que este guiso sigmundfreudiano haya quedado bien cocido por todas partes y, como este escrito se está quedando algo corto (y a nosotros nos pagan por palabras), incluiremos otras informaciones complementarias que ya no tienen mucho que ver con Freud pero que guardan con sus teorías una relación patagónicamente lejana.

Otros datos de relleno
          Algunos años más tarde, el psicólogo suizo Carl Gustav Jung —financiado al parecer por el lobby feminista— habló del «complejo de Electra», para que ningún colectivo se sintiera menospreciado. El denominado «complejo de Melifintes» (que era el que faltaba por especificar y que es, efectivamente, el que todos ustedes se están imaginando) es más complejo, como su nombre muy bien indica, y está aún en período de formulación.
          Mucho se ha dicho en años recientes sobre este fenómeno y personas tan conocidas de todo el mundo como son Arthur Wolk, Melanie Klein o el archifamosísimo Joseph Shepher le han dado vueltas y vueltas al tiovivo de esta teoría hasta marearla por completo. Recientemente los estudios edípicos se han ampliado con el descubrimiento de los hábitos incestuosos de los gorilas de la República del Congo, que gozan de una legislación muy avanzada en materia de libertades sexuales.
          Podríamos seguir copiando y copiando con alevosía datos y más datos de la Enciclopedia, pero preferimos dejarlo aquí y confiar en que nuestros avisados lectores (caso de que lo sean) se den por satisfechos con la síntesis que les hemos ofrecido y no se metan inútilmente en berenjenales por querer saber más sobre el edipismo, porque, con franqueza, les aseguramos con conocimiento de causa que no merece la pena.

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