Florilegio de zarzuelas inasibles






          La mayoría de las zarzuelas —ese género lírico-teatral que gusta tanto en Polonia pero que es dietéticamente tan insano que hace que tanto las sopranos como los tenores adquieran barrigas gargantuescas— tienen siempre un tema sustancialmente inmoral. Viene enmascarado en historias de amor, pero es inmoral. Dicho de otra manera: en ningún sitio como en las tramas de las zarzuelas podemos encontrar tantos sinvergüenzas por metro cuadrado.
Veamos las tramas de algunas de las más famosas.

LA GENERALA
          Un rey en el exilio se da la gran vida a costa de la pensión millonaria que le pasa inexplicablemente el país del que le echaron. Entre champaña, bacarrá, teatros, coristas, partidos de tenis, caviar del Volga, ostras de Orcachón, y excursiones campestres, el príncipe se gasta la pasta y, además, no deja de quejarse de que se aburre. Entonces, para divertirse, seduce a una actriz que no se había metido con nadie. El rey, su padre, le dice en un esclarecedor cantable, que no se apure si tiene hijos, porque «él no va a tener que mantenerlos» (sic).

BLACK, EL PAYASO
          Un payaso que se parece a un príncipe desaparecido es tomado por éste y coronado. Él, para conseguir poder, se presta al engaño. Pero los que le coronan sólo quieren una cabeza de turco para que la revolución que está teniendo lugar le arree a base de bien. Todos son gentuza.

LA REVOLTOSA
Hay una mujer bella que tiene revuelta a toda la vecindad: es la comidilla continua de las mujeres y el tormento de dos o tres docenas de hombres. Aprendemos que la mayoría de las mujeres del mundo son feas, porque si hubiera más mujeres bellas, no sorprenderían tanto.

EL CONDE DE LUXEMBURGO
          Una actriz trepadora quiere casarse con un príncipe ruso para sacarle los cuartos. Como quiera que para la boda tiene que ser noble, se casa antes (de mentirijillas) con el conde del Luxemburgo, para ser condesa, divorciarse luego e irse con el príncipe. El conde, que no tiene ni un luis, se presta a venderse sin pensárselo dos veces. El príncipe sabe que su novia es una trapisondista, pero también transige, porque ella está buena y él, al fin y al cabo, piensa pegársela con alguna rusa complaciente nada más casarse.

EL HUÉSPED DEL SEVILLANO
          Un noble caballero español del siglo XVI corre un montón de riesgos para casarse con una judía, porque las damas cristianas de su momento eran muy beatas y totalmente inaguantables.

LA CALESERA
          Una humilde calesera dieciochesca y una empingorotada aristócrata se pelean por el amor de un joven revolucionario. Al final, él se queda con la que más dinero tiene.

LA DOGARESA
          En Venecia, un Dux lascivo se quiere ayuntar (durante un rato nada más) con una casta señorita que, a su vez, está enamorada de un tenor imbécil. El Dux encierra al tenor (que, aparte de ser cretino, no tiene culpa de nada) y le condena caprichosamente a muerte para quitarle de en medio. La chica entonces seduce a un bufón jorobado que la ama y le convence para que haga algo para salvar a su galán. Como suele darse una amnistía a los presos si el Dux muere, el jorobado se lo carga tranquilamente durante una procesión de esas que no se acaban nunca. Así que, al final, el pobre jorobado es ajusticiado por asesino y la chica se va con su novio sin ni siquiera darle las gracias al otro pringado.

JUGAR CON FUEGO
          Un marqués se enamora de una duquesa, que a su vez ama a un hidalgo pobre. Como el marqués estorba los planes de los amantes, éstos se las ingenian para que el hombre —que, por lo que sabemos, es una bellísima persona y no ha hecho nunca daño ni a una mosca— acabe sus días encerrado en un manicomio sin comerlo ni beberlo. La feliz pareja, al final de la obra, se ríe mucho de la suerte que ha corrido el marqués y el público se queda tan contento.

LA DEL MANOJO DE ROSAS
          Una chulapa coqueta se echa dos novios y les hacen la vida imposible a los dos con sus desplantes e infidelidades. Ellos se pelean, sufren, lloran, tienen celos y acaban hechos unas verdaderas piltrafas emocionales, pero ella no ceja. No sabemos con quién se queda al final, porque lo pasamos tan mal viendo este ejemplo de tiranía femenina que siempre nos salimos del teatro antes de que acabe la función.

BOHEMIOS
Un músico bohemio —pese a estar medio muerto de hambre como es la obligación de todo artista romántico— vive felizmente en París sin llevarse mal con nadie, salvo por una vecina a la que no conoce y que le hace la vida imposible cantando sin cesar por el balcón algo sobre una cursi mariposa que va de rosa en rosa. Él no la soporta y ella, que sabe que el compositor se hará rico y famoso, se las arregla para llevarle al huerto y casarse con él, para poder hacerle desgraciado toda su vida.

LOS GAVILANES
          Un indiano que se ha forrado, ya talludito, vuelve a su pueblo con la intención de beneficiarse a todas las chicas guapas de su lugar. Los habitantes del pueblo quieren sacarle los cuartos de todas las maneras posibles. El hombre y sus paisanos son tal para cual: gentuza. El argumento va cambiando aparentemente, pero la esencia es una: cuántas perras le costará al indiano conseguir su propósito. El tenor acaba venciendo al barítono, como es tradición obligada en el mundo de la zarzuela.

KATIUSKA
          Durante la Revolución rusa, un príncipe de los Romanov se escapa con un montón de dinero y una joven aristócrata, mientras que los revolucionarios le persiguen para recobrar los cuartos. Deja a la joven en depósito en una posada y ella se liga con sus encantos al comisario comunista que se deja caer por allí para investigar. Esto le cuesta la vida al pobre hombre, que sólo cumple órdenes. Hay una versión light en la que ambos se escapan y una versión franquista en la que ella se enamora de un príncipe zarista.

LA GRAN VÍA
          Diversos personajes simbólicos de las calles de Madrid cantan números musicales que nada tienen que ver unos con otros. El éxito de la pieza demuestra que el público no piensa y que no hace falta para nada un argumento para elaborar una pieza teatral que dé dinero.

LA VERBENA DE LA PALOMA
          Una chulapa le saca los cuartos a un anciano boticario, junto con una amiga suya, incitándole, excitándole y prometiéndole algo que no tiene intención ninguna de concederle. El viejo, por su parte, lo que quiere es tener que ver con las dos jóvenes a la vez y, a ser posible, sin que le cueste el dinero. El novio de la muchacha, turcamente celoso, le arrea al vejete un guantazo de los de aquí te espero lo que al público le parece estupendo, pues la proeza de pegarle a un viejo parece una muestra de la hombría de los chulapos castizos de Madrid. De ese modo se gana para siempre el amor de la chica, que está encantada de tener un novio que zurre.

LA ROSA DEL AZAFRÁN
          Una terratenienta —entradita en años y que lleva soltera desde el advenimiento de la Primera República — está enamorada de uno de sus gañanes y, al mismo tiempo, le desprecia, porque es inclusero y no se sabe de sus padres. Tampoco le dice nada, por el qué dirán. Él, para no perder la posibilidad de casarse con la rica, miente como un bellaco y se inventa unos padres postizos, con lo que al fin la boda se celebra. Las gentes del lugar saben que todo es mentira, pero miran para otro lado y no dicen nada, porque son hipócritas y porque tampoco quieren ponerse a mal con el ama, que es quien da trabajo a los braceros del pueblo. Al final el espectador se aburre, desconecta y se queda sin saber si se casa por fin o no se casa.

EL ASOMBRO DE DAMASCO
          Un médico lascivo que le debe dinero a una bella mujer se niega a devolvérselo si ella no le hace un rato de compañía en el catre. La mujer pide justicia ante el Cadí, que le hace el mismo chantaje. Ella solicita entonces la ayuda del Gran Visir, que también pone el revolcón como precio a su justicia. La bella entonces cita a los tres en su casa y se las apaña para entregarles a la furia de un sanguinario bandido. Los tres, para ganarse la amistad de éste, confiesan sus crímenes contra el pueblo. El médico vende agua como si fuera jarabe y excrementos de camello como polvos medicinales. El Cadí extorsiona a los vendedores, cobrándoles un «impuesto revolucionario». El Visir comercia directamente con los cargos públicos. El bandido resulta ser el Califa disfrazado, que castiga a los malvados con la muerte, para alegría y regocijo de la mujer. Pero por lo que vemos en la última escena nos da en la nariz que el Califa no va a tardar mucho en pedirle a la hermosa lo mismo que le pidieron los otros tres.

LA CORTE DE FARAÓN
          El general Putifar vuelve de la guerra victorioso pero con carencias anatómicas que frustran bastante a su recién maridada esposa. La mujer de Putifar decide ponerle la cornamenta violando al casto José, un esclavo un tanto ambiguo, por decirlo de alguna manera. La faraona se lo disputa, por lo que José tiene que saltar por la ventana para escapar de las dos erotómanas. Cae a los pies del Faraón y le interpreta sus sueños, por lo que éste le hace ministro plenipotenciario, cosa de la que José se alegra mucho, pues podrá robar al pueblo todo lo que quiera. El cuanto a la mujer de Putifar, el Faraón tranquiliza a José, asegurándole que él se ocupara de ella como se merece, cosa que en efecto hace.



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